jueves, 5 de diciembre de 2019

1028, y no existen



No seré yo quien discuta la legitimidad de las urnas. Pero sí estoy dispuesto a rechazar y combatir ideas y comportamientos que atenten contra el sentido común, los derechos humanos y la vida y la dignidad de las mujeres, por mucho que algunas de ellas blanqueen ese catecismo machista que a modo de tonadilla repiten y repiten sin cesar los “hombres” de su partido. En qué manual de democracia dice que ésta puede servir para defender el racismo, el odio, la intolerancia, el fanatismo, y hacer del negacionismo contra hechos contrastados una bandera amparada en la libertad de expresión. En qué manual de democracia se contempla la posibilidad de insultar a los pueblos, criminalizar a los menores, sólo por su origen, o defender el supremacismo según el color de la piel.
No quiero concebir la sociedad que plantean. 1028 mujeres asesinadas desde 2003, año en que se empezaron a elaborar estadísticas, y niegan la existencia de la violencia de género. Esa estadística sólo contabiliza las muertes, que no son sino el final de un calvario de vejaciones, abusos, violaciones, humillaciones y llantos en soledad. Quien niega estos hechos no conoce lo que son los derechos humanos ni la cantidad de guerras y muertes que ha habido hasta consensuar esa Declaración Universal. Quizá quieran cambiar el concepto de igualdad y derechos y sustituirlos por un sistema de castas que estratifique la sociedad. Es increíble lo que queda todavía por avanzar. Y algunos quieren retroceder hasta tener su propio califato en el que el dogma que predican sustituya a las leyes y a los parlamentos que legislan, eliminando así la pluralidad y por tanto las ideas, valores, principios y creencias contrarias a su credo. Piden incluso ilegalizar partidos.
Le escuché hace tiempo a un político decir que todos los hombres, todos, somos machistas. Y tenía razón. Sólo que algunos sentimos vergüenza por asumir esa herencia sin cuestionarla entonces, y ahora tratamos de desterrar esos demonios en nosotros mismos y en nuestras hijas e hijos. No queremos ser cómplices de una histórica injusticia.
Me duele el alma al pensar que hay gente que tiene esas ideas y las defiende como una cruzada que quiere salvar al mundo y a la humanidad de sus propios avances en igualdad y derechos. Pero me duele mucho más que existan partidos políticos que les cobijan, les amparan y les dan carta de legitimidad para entrar en las instituciones democráticas y tratar de reventar todos los consensos. La democracia hay que defenderla.

sábado, 2 de noviembre de 2019

recortadores de la política



Es difícil abstraerse de la inmediatez en un mundo acelerado por la sucesión de los acontecimientos y gobernado por las encuestas más que por los políticos, cautivos de los datos demoscópicos. Y así nos va. Cuatro elecciones generales en cuatro años. Quizá eso que parecía una gran esperanza, con el amanecer de nuevas formaciones políticas como expresión de la voluntad ciudadana para dar por clausurado el ciclo del bipartidismo, tenga también algo que ver con las turbulencias que agitan la política. Al final, inmediatez y fragmentación se solapan la una a la otra y se constituyen en elementos clave para analizar este ciclo político convulso.
La inmediatez es enemiga de la reflexión y no permite siquiera asomarse al horizonte. Los datos mandan y los políticos obedecen. Y así día a día sin más horizonte que el siguiente sondeo. Las ideologías y los proyectos políticos son esclavos de los datos y se van alterando como el rojo y el negro de una ruleta. De la nación de naciones se pasa al autonomismo, al federalismo, de ahí a procesos re-centralizadores y se acaba en la sagrada unidad de la nación. Y depende de los datos, se puede volver otra vez a la primera casilla. Y yo me pregunto ¿dónde está el proyecto político? ¿Por qué los partidos se han embarcado en trayectos de tan escaso recorrido y múltiples giros al albur de los datos?
La respuesta más sencilla sería echarle la culpa a la fragmentación, que obliga a mirar siempre de reojo a quienes te pisan los talones, antes que fijarte en llegar a meta. Es como un juego de recortadores donde lo importante, y lo único, es el quiebro inmediato para que no te coja el toro.
Pero la respuesta más sencilla no es siempre la acertada. La forma de salir de ese círculo pasa por asumir la realidad y adaptarse a ella. Si los ciudadanos han querido más partidos políticos estos deben transformar sus esquemas de llegar al poder y aplicar sus políticas desde una visión más compartida, negociada y pactada. Desterrar definitivamente sus delirios de mayoría absoluta unipartidista porque eso ya no existe. Y persistir en ello provoca cada vez más desafección ciudadana y frustración social.
La ciudadanía ha dicho lo que quiere. Y los partidos, como representantes legítimos de la voluntad popular, deben ser expresión de esos deseos. Porque eso es lo único que legitima el ejercicio del poder. La ciudadanía ha cambiado su ADN social, ahora les toca a los partidos políticos para que el divorcio no se total e inminente. Los únicos datos válidos son los que suman voluntades.

martes, 1 de octubre de 2019

trampantojos



Qué está pasando en el mundo para que “la verdad” se identifique como un valor en caída libre, hacia un pozo sin fondo, que sólo la historia recordará a pie de página como apunte de otra realidad superior. La Nueva “escuela filosófica Donald Trump” ha convertido a su líder supremo en una especie de matriuska fértil que va esparciendo descendencia por todo el planeta. A esta doctrina “trumpista” que niega la evidencia para construir realidades más a su medida, se le han sumado Boris Johnson, Bolsonaro, Salvini, Orban, y un sinfín de pequeños satélites con menos poderío pero idénticas intenciones. La matriuska va generando en una escala de mayor a menor. Su producto, la mentira, tiene una evolución a la inversa. No importa tanto el poder del personaje como la gran mentira que cuente para sumarlas todas y llenar el mundo de trampantojos que nos dificulten la visión de la verdad.
Sí, algo está pasando, para que el diario más prestigioso del mundo, The New York Times, con 170 años de Historia y referente del buen hacer, lleve casi dos años desarrollando una campaña bajo el lema “The truth is worth it” (la verdad merece la pena), o que otro medio de similar prestigio, el Washington Post, lleve desde 2017 con un contador de las mentiras del presidente Trump. Lleva contabilizadas la friolera de 10.000, en ochocientos días de mandato. Al principio la media era de cinco al día, pero en los últimos meses alcanza las 23 falsedades, todas ellas en declaraciones públicas.  No quiero hacer la cuenta y sumarles las de todos sus satélites porque el resultado sería catastrófico y muy deprimente.
Quizás el problema sea que la mentira tiene el poder y los medios para penetrar de forma imperceptible pero constante en un tejido social que ha abrazado fuentes de información manipulables, frente a la verdad desnuda que se nutre del coraje y el compromiso de quienes la abanderan como representantes de una ciudadanía silenciada por el ensordecedor ruido de los mentirosos.
Pero puede que exista esperanza mientras el Mediterráneo tenga voluntarios anónimos y emerjan personas como Greta Thunberg o Carola Rakete, por citar sólo dos, que sin más medios que la verdad, la razón y la palabra están librando una batalla casi tan imposible como desigual contra los negacionistas del cambio climático que amenaza el planeta, y que curiosamente son los mismos que dan la espalda al Mediterráneo y al drama que allí se vive hasta que se muere. Quizá piensen que es otro trampantojo de los que ellos crean.

jueves, 1 de agosto de 2019

el arte de la política


El arte de la política ha sido continuo objeto de controversia intelectual por las formas, los modos, las afecciones sociales y cómo no, por los referentes ideológicos que cada uno aplica para la transformación, se supone que a mejor, de la sociedad a la que gobierna. Sin perder nunca el fin último que es el respeto a la voluntad de los ciudadanos y la defensa de sus intereses.
Una definición teórica que a base de ser manoseada ha ido perdiendo perfiles intrínsecos hasta quedar lisa y resbaladiza como los cantos rodados. Los detalles que daban singularidad a cada uno de esos cantos han quedado completamente diluidos por la verborrea de quienes “defienden” el “respeto a la voluntad de los ciudadanos” como eslogan permanente de campaña para obtener una confianza que en muy escasas ocasiones tiene luego la reciprocidad que se espera.
No voy a descubrir nada nuevo si digo que una cosa son las campañas electorales, en las que los líderes políticos se juegan el respaldo de los ciudadanos, y otra muy diferente son las negociaciones para formar gobierno, donde lo que se juegan es el poder. Puede parecer una secuencia lógica cuya resultante obedezca al interés general expresado en votos. Pero no siempre es así. En las campañas se juega con la candidez de los votantes, se espolean sentimientos, se apela a las conciencias, se manipula la historia reciente para acomodarla a sus intereses y, sobre todo, se rehúye la más mínima autocrítica por la aportación de cada uno a la cruda realidad de las situaciones presentes. El voto de los ciudadanos se convierte en una cuestión de fe.
Pero las negociaciones para gobernar son otra cosa. La fe del votante se transforma en la astucia y la ambición del votado. En esta fase ya no se promete. El protagonismo de los ciudadanos ha caducado hasta dentro de cuatro años. Ahora se inicia un ritual guerrero cuyo fin último son las cuotas de poder. Un ritual en el que más que coincidencias programáticas se busca la confluencia de intereses de las formaciones políticas, los puestos, los presupuestos, los cargos y las posiciones dominantes. Los ciudadanos se convierten en espectadores de un sainete cuyo guion creían haber escrito pero que los exégetas van improvisando hasta representar otra obra. Es lo que tiene la libertad de creación en el arte de la política.

lunes, 1 de julio de 2019

muros para confinar


Toda la historia de la política y los gobiernos está moteada por personajes viscerales en sus comportamientos y siniestros en sus intenciones, que arrastran a los pueblos gobernados a situaciones esperpénticas. Se podría casi decir que, o no tienen alma o la tienen enferma de egolatría. No voy a referirme a tiempos pasados ni a personajes que todos conocemos por sus hechos, porque la historia pone a cada uno en su sitio. Prefiero centrarme en el presente, un presente en el que se da tal confluencia de populistas excéntricos que amenaza con hacernos perder a todos el sentido común y el valor de la ética del comportamiento.
Uno quiere hacer un muro insalvable que impida la entrada de inmigrantes a su preciada nación. A Trump se le van a acumular tantos miles de cadáveres en la frontera que no va a necesitar echar ni una gota de hormigón para cerrar su fortaleza. Y además de cruel es bravucón, rompe tratados internacionales sobre control de armamento nuclear, impone aranceles revanchistas, se inmiscuye en la política de la Unión Europea animando a los brexiters a romper con la UE y les ofrece contrapartidas, recurre permanentemente a la amenaza del uso de la fuerza como solución a cualquier conflicto y, por si fuera poco, está empeñado en poner otro muro a la libertad de información y el derecho de sus propios ciudadanos a conocer la verdad. Casi nada. Por no decir que nos ha enviado a instalarse en Europa a un tal Steve Bannon, personaje siniestro donde los haya, que quiere potenciar y establecer alianzas entre todos los movimientos de ultraderecha para hacer tambalear los principios humanistas del viejo continente.
Y como a toda gran fuerza destructora, no le faltan réplicas. A la ya histórica saga de los Le Pen franceses se le ha sumado, con una fuerza considerable, el italiano Matteo Salvini, un mal-encarado con Europa que prefiere alimentar su populismo con un gran cementerio en el Mediterráneo. Lo tiene más difícil que Trump para hacer un muro, pero no será por ganas. Podría seguir con Orban en Hungria y sus famosas alambradas, o con movimientos similares en Austria, Holanda, los países nórdicos o la versión Vox en España, todavía incipiente pero muy cortejada por la versión más derechosa de partidos tradicionales.
Todos ellos quieren construir muros, barreras, cosificar a los diferentes y alimentar el ego de los propios. Frente a estos movimientos percibo en los demás una resistencia pasiva que establece cordones sanitarios en vez de muros ideológicos y humanitarios que confinen a estos personajes en su propio laberinto para que no sigan contaminando la decencia humana.

sábado, 1 de junio de 2019

"las Tierras del Norte"



Hace un tiempo confesaba en estas mismas líneas que las series que estaban de moda no despertaban en mí ninguna curiosidad. Pero como todo en la vida es una cuestión de probar para poder opinar, caí en la tentación. Hoy estoy tan atrapado en esas tramas de ficción que cuando observo y analizo la realidad política apenas encuentro distinciones. O, por ser más exacto, observo muchas similitudes.
Hace ya unos cuantos años que se acabaron las mayorías absolutas, la alternancia de dos opciones, más que históricas yo diría que prehistóricas, y emergieron nuevas especies políticas con ideologías no se sabe si más transversales o simplemente revestidas de un pragmatismo evolutivo que ni el propio Darwin hubiera sospechado. O quizá la evolución haya sido social y se ha trasladado por simpatía a la política.
En cualquier caso esos dos grandes poderes se han fragmentado por la izquierda, por la derecha, por la extrema derecha y por el centro. Por no hablar de las famosas baronías que cuestionan, desde dentro de cada uno de los fragmentos resultantes, todo lo que emane de la cúpula. Baronías que se declaran en muchos casos republicanas pero que lejos de aceptar las leyes de la democracia ejercen de nobles feudales cuya única lealtad es conservar sus privilegios.
El resultado para la política real es un juego de estrategias mutantes que nadie sabe en qué devendrán. Sus intereses se pueden decantar por tantos derroteros como opciones existen. Si a este modus operandi de los políticos se le añade el realismo de los efectos especiales de las series de moda para darle cierto atractivo con sangre, sudor y sexo, tenemos tantas temporadas como nos dé de sí la vida. Porque en la vida real, como en Juego de Tronos, también hay muertos que resucitan y llegan a la presidencia del Gobierno, hay princesas desheredadas venidas a menos, y reyes sacrificados por el bien de la monarquía. Hay guion para muchos capítulos.
También es cierto que llevamos tantos procesos electorales como batallas épicas hay en las series, algo que no crea precisamente un clima propicio a las lealtades ni a los acuerdos, ni siquiera a los diálogos reposados. Por el contrario, la lucha por el poder es el manantial del que se nutren las intrigas, las traiciones, las vendettas, las mentiras y las corrupciones. Es el escenario donde la mentira es lícita y la crueldad es manifiesta.
Pero en este mundo real de aliados ocasionales que son a su vez conspiradores conspicuos, sólo las Tierras del Norte resisten a la tentación de abrazar esta política transgénica. Parece que sus habitantes prefieren formaciones políticas ya consolidadas, previsibles y sin grandes histrionismos ni aspavientos. Por algo el Athletic Club es único y centenario.

miércoles, 1 de mayo de 2019

el ancla que nos une al pasado


“Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla y un huerto claro donde madura el limonero”. Estos versos iniciales del poema “Retrato” de Antonio Machado, cambiando el escenario y el paisaje, podrían representar lo que para cada uno son los primeros años de su vida y la imborrable huella que dejan en nuestros recuerdos.
Me pasa con San Juan de Gaztelugatxe lo mismo que a cualquier niño de pueblo, alejado de grandes ciudades, cuyos recuerdos de infancia se anclan en un lugar y un paisaje, solitario y casi mágico, que considera propio e inviolable. Para unos será la boca de una cueva a la que nunca se atrevieron a entrar; para otros será una cabaña abandonada en la que la imaginación fabulaba todo tipo de historias misteriosas; para mi fueron las rocas de Talape, las aguas de Arribolas y la soledad misteriosa de los intrincados recovecos de San Juan de Gaztelugatxe. Allí transcurrían las horas y maduraban los pensamientos. A veces sólo y otras con los amigos más íntimos. Nos peleábamos con nuestros miedos y disfrutábamos de nuestras emociones. Descubríamos tesoros donde no había más que abalorios ajados por el salitre y las mareas y jugábamos a ser robinsones. Pescábamos con aparejos rudimentarios y disfrutábamos casi hasta el anochecer haciendo una pequeña hoguera entre las rocas. Cañas de pescar sólo tenían los que venían de Bilbao a veranear a Bakio.
Una vez al año, el día de la Romería de San Juan, todo el pueblo de Bermeo acudía a mostrar su devoción al Santo y cumplir con el ritual en la ermita. Una ermita reconstruida por el propio pueblo después de que unos vándalos la quemaran y arrojaran la estatua de San Juan por la pendiente rocosa. Era una peregrinación desde la fe que pedía al Santo su protección. Pero al día siguiente el entorno era nuestro de nuevo.
Supongo que hoy me siento como el niño de la cueva que hoy visitan miles de personas para admirar sus hallazgos rupestres, o el de la cabaña hoy declarada bien de interés cultural porque allí se desarrollaba una actividad alfarera ya extinguida. Yo también me siento hoy destronado de ese reino de la infancia en el que no había tramas perversas, conspiraciones malévolas o dragones voladores. San Juan de Gaztelugatxe es ahora Rocadragón, un lugar de peregrinación multitudinaria donde ya no se acude desde la fe sino desde la mitomanía. No se que será ahora de la Romería de San Juan cuando converjan en el mismo escenario tantos miles de personas de diferentes credos y procedencias. Pero sigue siendo mi reino, el ancla que me une conmigo mismo a través de los años a mi propio pasado.

lunes, 1 de abril de 2019

de fronteras y lindes


Las fronteras y las lindes siempre han sido manantial de disputas vecinales. Hay conflictos fronterizos candentes en casi todo el mundo. Incluso en el mundo de los animales el territorio es “sagrado” y se defiende con unas y dientes hasta expulsar a los intrusos. Pero lo que más llama la atención es el afán de los humanos por usurpar lo que pertenece a otro, amparándose en supuestas líneas delimitadoras más imaginativas e interpretativas que reales si pasamos de los planos al terreno.
Quien más quien menos ha conocido, vivido y sufrido disputas generacionales entre familias por un palmo de tierra. Los mojones, esos objetos pétreos e inanimados cobran vida en las noches de luna nueva y se desplazan sigilosamente para ampliar uno de los territorios que delimitan y, consecuentemente, reducir el otro. Son duendes autónomos que se dedican a zascandilear de oficio, porque nunca nadie reconoce la autoría de la mano humana.
Pasa lo mismo con las naciones. Un pequeño trozo de tierra puede llegar a originar conflictos bélicos cruentos. De hecho, las fronteras del territorio son a menudo mejor custodiadas que la seguridad de los vecinos que habitan en el interior.
Pero el lío mayúsculo viene cuando un humilde campesino vive en la frontera entre dos estados y uno de ellos arenga a sus duendes, con forma de alambrada de espinos, a que se desplacen apenas unos metros cada noche de forma que sea casi imperceptible. Hace unos días me relataron un caso real, que a buen seguro estará muy generalizado, de un agricultor que vivía y poseía tierras en una zona fronteriza entre Rusia y Georgia. Al cabo de los años su granja seguía en Georgia pero sus tierras, antes aledañas, estaban ahora en territorio ruso. Para poder labrarlas y cultivarlas debía someterse a todos los controles aduaneros o arriesgarse a ser tiroteado por entrada ilegal a otro país. Creo que al final decidió esperar unos años al buen hacer de los duendes para unificar todo su patrimonio. Y es que los rusos, como cualquier aldeano de cualquier parte del mundo, son muy quisquillosos con eso de las propiedades. Hace unos años decidieron que la península de Crimea era suya y Ucrania no tuvo nada que hacer.
Incluso antes, cuando los aliados acordaron cuatro zonas en Berlín bajo influencia de cada una de las potencias aliadas, los rusos, que no veían claro eso de que todo el mundo circulase por cualquiera de ellas, decidieron en 1961 levantar un muro que separó amigos, familias, vecinos y conocidos.
Al final todo se reproduce a escala. La propiedad es la propiedad.

viernes, 1 de marzo de 2019

la vida de sacarina


Para evitar confusiones les diré que no voy a escribir sobre nadie que se llame así. Sería un nombre tan singular y auténtico que difícilmente encajaría en esta columna. Porque es evidente que vivimos en la era de los sucedáneos, desde la política, la alimentación y hasta la vida misma está empezando a ser una realidad virtual o imitada.
Que yo recuerde, hasta que mi memoria alcanza y las lagunas lo permiten, la sacarina fue uno de los primeros sucedáneos que conocí como sustitutivo del azúcar. Ahora en el mercado te puedes surtir de cientos de edulcorantes de la propia sacarina. Así podríamos enumerar multitud de artículos de alimentación, desde las hamburguesas vegetales hasta ese producto amarillo que sustituye a los huevos para hacer las tortillas, que se están imponiendo a alimentos hasta no hace mucho considerados básicos.
Ahora, además, las experiencias vitales que antes eran un chute de adrenalina, se pueden vivir de forma virtual con los mismos efectos: tirarte por un barranco, saltar en parapente, explorar cuevas o sumergirte en las profundidades del cualquier océano. Se idean y construyen sucedáneos de todo. Puedes incluso llegar a coger olas a la carta en el desierto de Mojave o junto a las murallas de Ávila. No hace falta ir a la playa. Ni siquiera hace falta ya hacer deporte para muscularte mínimamente. Simplemente te vas a un gimnasio, te ponen unos electrodos enchufados a una máquina y en pocas sesiones acabas como Rambo.
Pero hay unos efectos de todo este proceso de la vida sucedánea que me tienen preocupado. No sé hasta qué punto la nueva alimentación y los hábitos tienen una influencia capital sobre el cerebro y el comportamiento de las personas. Tengo la impresión de que la política es también un sucedáneo de lo que era, los políticos actuales son como la sacarina, que imita pero no convence. Han perdido la esencia, el conocimiento y la tradición. Les han cambiado el ADN. Hasta tal punto hemos perdidos nuestros orígenes que en los últimos tiempos tenemos en la parte mediterránea de la península ibérica hasta un sucedáneo de República.
Preocupante. Estamos aún en la primera fase de un cambio de todo que se me antoja largo en el tiempo e intenso en su globalidad ¿Seguirá afectando al cerebro…? Prefiero no mirar al futuro.

viernes, 1 de febrero de 2019

nuestro gen primitivo

Nunca he sido muy entusiasta de la ciencia ficción, aunque hay que reconocer que a veces la realidad actual no es sino una copia de lo que años antes era pura fantasía. Los creadores de esas historias lo mismo nos adentran en grandes cataclismos, espíritus malignos que nos invaden, que en mutaciones perversas que hacen tambalear todo el mundo real en el que vivimos. Puede incluso que tengan un punto de visionarios y deduzcan que llevamos algo oculto dentro que antes o después saldrá a la superficie. Es como si el gen más primitivo del hombre surgiera de vez en cuando de entre las tinieblas y se impusiera a los miles de años de civilización y cultura que nos han hecho llegar a donde estamos. Tantos años de avance para volver a la ley de la selva. Y me temo además que cuando ese gen despierta de su letargo tiene un poder contagioso difícil de neutralizar. La historia es testigo de cómo esa especie de belcebú que todos llevamos dentro se ha ido encarnando en personajes siniestros que han iniciado guerras o han promulgado ideas contrarias a la convivencia, ideas racistas, supremacistas, xenófobas y machistas que pretendían establecer categorías humanas.
Me preocupa que un tipo como Trump gobierne la nación más poderosa de la tierra. Forma parte del ciclo de la historia. Pero me preocupa más que donde debiera haber oposición haya contagio. Los movimientos que están surgiendo en Europa son la antítesis de lo que llevamos buscando y peleando desde hace muchos años: la convivencia pacífica, la integración del diferente, la solidaridad con los necesitados, la democratización y socialización de la cultura, la economía, la política, la recuperación de valores de comportamiento que humanicen toda nuestra actividad.
La historia nos ha demostrado que ese gen primitivo genera demonios, pero también nos ha enseñado que sólo haciéndoles frente se puede neutralizar su maldad. El cordón sanitario que se ha establecido en algunos países puede ser una buena medida. Pero sólo si se contagia. Pactar con el demonio es hacerle concesiones a favor de la desigualdad, la discriminación, el machismo, y quitárselas a quien más las necesita y las ha ido conquistando con mucho esfuerzo. No hay objetivo legítimo, ni político ni democrático, que suponga una merma de los derechos humanos y la igualdad. O marginamos y confinamos a ese gen primitivo o se comerá al resto de genes que hemos ido generando en nuestro interior.




martes, 1 de enero de 2019

"socorrismo para surfistas"


“La mar es muy deleitosa de mirar pero muy peligrosa de pasear”, Fray Antonio de Guevara, 1538. Posiblemente una de las primeras versiones escritas del poderío de una fuerza que alimenta y castiga, No hacía cien años que había fallecido Johannes Gutenberg para dar un impulso mundial a la universalización de la escritura y apenas cincuenta desde que se descubrió América. Pasaría todavía un tiempo hasta que Juan Sebastián Elcano fuese considerado por la corona española como “Primus circumdedisti me”. Pero la mar ha estado siempre ahí. Antes y después. Con su superficie mutante, a veces encrespada, su potencial oculto y su astucia taimada. En ocasiones plácida de contemplar como un animal salvaje sin ira y en otras desenfrenada y mayestática. Pero siempre muy peligrosa de pasear. La mar no es traicionera, simplemente no negocia. Los océanos, las costas y las olas no practican la diplomacia, la mar es una fuerza natural que lo mismo mece y acuna que fagocita y destruye. Tiene sus habitantes y tiene sus intrusos. Muchas veces mal encarados, soberbios, ignorantes y osados, y en muchos casos simbióticos, afectuosos, agradecidos por el placer de disfrutar pero temerosas de su poder y su fuerza.
Serían tan interminables las glosas literarias a ese auténtico “dios de la tierra” como innumerables son los que han retado su poderío sin más conocimiento que la ignorancia, sin más razón que el atrevimiento y sin más fuerza y capacidad que la de intentar lo imposible. Como el cascarón de una nuez que intenta mantener el rumbo en pleno tormenta.
Pero hay personas de mar que se preocupan por la gente de costa, personas que han dejado a la espalda su futuro en tierra para dedicar toda su vida y conocimiento a rescatar a los temerarios, a enseñar a los vocacionales a respetar lo que debe ser respetado por ley natural, porque no es controlable, y a disfrutar a aquellos neófitos amantes de las olas, de sus potencialidades y, sobre todo, a ser comprometido y consecuente con las leyes no escritas de la solidaridad y el auxilio allá donde la mar arroja sus convulsiones internas y las expulsa a la costa. “Socorrismo para surfistas” no es un manual, es un cúmulo imprescindible de experiencias para conocer lo que puede haber detrás de una plácida secuencia de olas. Detrás de esas experiencias hay cientos de rescates, miles de horas de vela en las playas vizcaínas y miles de socorristas formados y adiestrados. Jonan y Elena, buena ola y buena travesía por la costa y en la vida.

historia de una adopción

caminos sinuosos

Todos los caminos en la vida son sinuosos. No hay líneas rectas para avanzar porque los obstáculos surgen estratégicamente. La propia exis...