lunes, 1 de abril de 2019

de fronteras y lindes


Las fronteras y las lindes siempre han sido manantial de disputas vecinales. Hay conflictos fronterizos candentes en casi todo el mundo. Incluso en el mundo de los animales el territorio es “sagrado” y se defiende con unas y dientes hasta expulsar a los intrusos. Pero lo que más llama la atención es el afán de los humanos por usurpar lo que pertenece a otro, amparándose en supuestas líneas delimitadoras más imaginativas e interpretativas que reales si pasamos de los planos al terreno.
Quien más quien menos ha conocido, vivido y sufrido disputas generacionales entre familias por un palmo de tierra. Los mojones, esos objetos pétreos e inanimados cobran vida en las noches de luna nueva y se desplazan sigilosamente para ampliar uno de los territorios que delimitan y, consecuentemente, reducir el otro. Son duendes autónomos que se dedican a zascandilear de oficio, porque nunca nadie reconoce la autoría de la mano humana.
Pasa lo mismo con las naciones. Un pequeño trozo de tierra puede llegar a originar conflictos bélicos cruentos. De hecho, las fronteras del territorio son a menudo mejor custodiadas que la seguridad de los vecinos que habitan en el interior.
Pero el lío mayúsculo viene cuando un humilde campesino vive en la frontera entre dos estados y uno de ellos arenga a sus duendes, con forma de alambrada de espinos, a que se desplacen apenas unos metros cada noche de forma que sea casi imperceptible. Hace unos días me relataron un caso real, que a buen seguro estará muy generalizado, de un agricultor que vivía y poseía tierras en una zona fronteriza entre Rusia y Georgia. Al cabo de los años su granja seguía en Georgia pero sus tierras, antes aledañas, estaban ahora en territorio ruso. Para poder labrarlas y cultivarlas debía someterse a todos los controles aduaneros o arriesgarse a ser tiroteado por entrada ilegal a otro país. Creo que al final decidió esperar unos años al buen hacer de los duendes para unificar todo su patrimonio. Y es que los rusos, como cualquier aldeano de cualquier parte del mundo, son muy quisquillosos con eso de las propiedades. Hace unos años decidieron que la península de Crimea era suya y Ucrania no tuvo nada que hacer.
Incluso antes, cuando los aliados acordaron cuatro zonas en Berlín bajo influencia de cada una de las potencias aliadas, los rusos, que no veían claro eso de que todo el mundo circulase por cualquiera de ellas, decidieron en 1961 levantar un muro que separó amigos, familias, vecinos y conocidos.
Al final todo se reproduce a escala. La propiedad es la propiedad.

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