Hay muchas asignaturas
pendientes en nuestro sistema educativo. Y la primera es que exista uno. Pero
quizá la más importante es la gestión de la diversidad. Cada ministro ha
interiorizado que en el cargo va implícita una autoridad intelectual, casi espiritual,
que le obliga a establecer por Ley lo que deben aprender nuestros hijos y en
cuánto tiempo. Rubrican así un decálogo de objetivos más ideológicos que
pedagógicos y unos plazos que actúan como una guillotina selectiva, más propia
de una ley de la selva que de un sistema educativo integrador y plural. El
resultado es catastrófico para los “lentos” y estimula el cainismo entre los
elegidos.
Todos comienzan en el
mismo vagón, en primera. Pero a medida que avanzan los cursos y no cumplen los
“objetivos en los plazos” van pasando a segunda... tercera... Hablamos de niños
de entre seis y doce años que por circunstancias sobrevenidas o innatas, en
muchos casos, se ven obligados repetir porque no llegan en tiempo y forma.
Nadie tiene en cuenta
que los ritmos de maduración y comprensión no son los mismos en todos los
individuos, al menos en la etapa inicial de la vida. Ni sus circunstancias
vitales tienen por qué ser iguales, aunque sus potenciales capacidades sean
similares.
Nadie se extraña
cuando un niño tarda más que otros en hablar; ni siquiera si no ha comenzado a
andar con un año. Se asume con normalidad que esas habilidades las adquiere
cada uno en función de sus ritmos. A todos les acaban saliendo los dientes, el
pelo, acaban corriendo y hablando. Antes o después. Pero a nadie se le ocurre
pasar al vagón de cola a los menos “espabilados” porque llegará un momento en
el que todos estén en condiciones similares.
Algo tan simple de
entender y asumido por todos no tiene cabida en nuestro sistema de enseñanza.
Por lo visto el proceso de formación de las capacidades intelectuales debe ser
homogéneo. Lo contrario está penalizado desde el inicio. No dudo de que se pongan
refuerzos, pedagogos, logopedas, sicólogos y todo lo que haga falta. Pero
siempre orientados a que lleguen a cumplir los objetivos de conocimiento en los
plazos fijados. Creo que la palabra “objetivos” en el sistema de enseñanza está
“corrupta”. No se refiere a la formación como personas. Por el contrario, a
veces esos objetivos sitúan a las personas un escalón por debajo. Nuestro
sistema educativo no sabe gestionar la diversidad, esa que enriquece a los
comprendidos en su diferencia y enriquece a los que la comprenden. Y no me vale
lo de que hay que establecer fronteras. Esta es la etapa de preparación para la
vida. Luego la vida pondrá a cada uno en su sitio. No empecemos antes de
tiempo.
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