domingo, 1 de noviembre de 2015

Gestionar 
la diversidad

Hay muchas asignaturas pendientes en nuestro sistema educativo. Y la primera es que exista uno. Pero quizá la más importante es la gestión de la diversidad. Cada ministro ha interiorizado que en el cargo va implícita una autoridad intelectual, casi espiritual, que le obliga a establecer por Ley lo que deben aprender nuestros hijos y en cuánto tiempo. Rubrican así un decálogo de objetivos más ideológicos que pedagógicos y unos plazos que actúan como una guillotina selectiva, más propia de una ley de la selva que de un sistema educativo integrador y plural. El resultado es catastrófico para los “lentos” y estimula el cainismo entre los elegidos.
Todos comienzan en el mismo vagón, en primera. Pero a medida que avanzan los cursos y no cumplen los “objetivos en los plazos” van pasando a segunda... tercera... Hablamos de niños de entre seis y doce años que por circunstancias sobrevenidas o innatas, en muchos casos, se ven obligados repetir porque no llegan en tiempo y forma.
Nadie tiene en cuenta que los ritmos de maduración y comprensión no son los mismos en todos los individuos, al menos en la etapa inicial de la vida. Ni sus circunstancias vitales tienen por qué ser iguales, aunque sus potenciales capacidades sean similares.
Nadie se extraña cuando un niño tarda más que otros en hablar; ni siquiera si no ha comenzado a andar con un año. Se asume con normalidad que esas habilidades las adquiere cada uno en función de sus ritmos. A todos les acaban saliendo los dientes, el pelo, acaban corriendo y hablando. Antes o después. Pero a nadie se le ocurre pasar al vagón de cola a los menos “espabilados” porque llegará un momento en el que todos estén en condiciones similares.

Algo tan simple de entender y asumido por todos no tiene cabida en nuestro sistema de enseñanza. Por lo visto el proceso de formación de las capacidades intelectuales debe ser homogéneo. Lo contrario está penalizado desde el inicio. No dudo de que se pongan refuerzos, pedagogos, logopedas, sicólogos y todo lo que haga falta. Pero siempre orientados a que lleguen a cumplir los objetivos de conocimiento en los plazos fijados. Creo que la palabra “objetivos” en el sistema de enseñanza está “corrupta”. No se refiere a la formación como personas. Por el contrario, a veces esos objetivos sitúan a las personas un escalón por debajo. Nuestro sistema educativo no sabe gestionar la diversidad, esa que enriquece a los comprendidos en su diferencia y enriquece a los que la comprenden. Y no me vale lo de que hay que establecer fronteras. Esta es la etapa de preparación para la vida. Luego la vida pondrá a cada uno en su sitio. No empecemos antes de tiempo.

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