Para
evitar confusiones les diré que no voy a escribir sobre nadie que se llame así.
Sería un nombre tan singular y auténtico que difícilmente encajaría en esta
columna. Porque es evidente que vivimos en la era de los sucedáneos, desde la
política, la alimentación y hasta la vida misma está empezando a ser una
realidad virtual o imitada.
Que yo
recuerde, hasta que mi memoria alcanza y las lagunas lo permiten, la sacarina fue
uno de los primeros sucedáneos que conocí como sustitutivo del azúcar. Ahora en
el mercado te puedes surtir de cientos de edulcorantes de la propia sacarina.
Así podríamos enumerar multitud de artículos de alimentación, desde las
hamburguesas vegetales hasta ese producto amarillo que sustituye a los huevos
para hacer las tortillas, que se están imponiendo a alimentos hasta no hace
mucho considerados básicos.
Ahora,
además, las experiencias vitales que antes eran un chute de adrenalina, se
pueden vivir de forma virtual con los mismos efectos: tirarte por un barranco,
saltar en parapente, explorar cuevas o sumergirte en las profundidades del
cualquier océano. Se idean y construyen sucedáneos de todo. Puedes incluso
llegar a coger olas a la carta en el desierto de Mojave o junto a las murallas
de Ávila. No hace falta ir a la playa. Ni siquiera hace falta ya hacer deporte
para muscularte mínimamente. Simplemente te vas a un gimnasio, te ponen unos
electrodos enchufados a una máquina y en pocas sesiones acabas como Rambo.
Pero hay
unos efectos de todo este proceso de la vida sucedánea que me tienen
preocupado. No sé hasta qué punto la nueva alimentación y los hábitos tienen
una influencia capital sobre el cerebro y el comportamiento de las personas.
Tengo la impresión de que la política es también un sucedáneo de lo que era,
los políticos actuales son como la sacarina, que imita pero no convence. Han
perdido la esencia, el conocimiento y la tradición. Les han cambiado el ADN.
Hasta tal punto hemos perdidos nuestros orígenes que en los últimos tiempos
tenemos en la parte mediterránea de la península ibérica hasta un sucedáneo de
República.
Preocupante.
Estamos aún en la primera fase de un cambio de todo que se me antoja largo en
el tiempo e intenso en su globalidad ¿Seguirá afectando al cerebro…? Prefiero
no mirar al futuro.
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