jueves, 1 de agosto de 2019

el arte de la política


El arte de la política ha sido continuo objeto de controversia intelectual por las formas, los modos, las afecciones sociales y cómo no, por los referentes ideológicos que cada uno aplica para la transformación, se supone que a mejor, de la sociedad a la que gobierna. Sin perder nunca el fin último que es el respeto a la voluntad de los ciudadanos y la defensa de sus intereses.
Una definición teórica que a base de ser manoseada ha ido perdiendo perfiles intrínsecos hasta quedar lisa y resbaladiza como los cantos rodados. Los detalles que daban singularidad a cada uno de esos cantos han quedado completamente diluidos por la verborrea de quienes “defienden” el “respeto a la voluntad de los ciudadanos” como eslogan permanente de campaña para obtener una confianza que en muy escasas ocasiones tiene luego la reciprocidad que se espera.
No voy a descubrir nada nuevo si digo que una cosa son las campañas electorales, en las que los líderes políticos se juegan el respaldo de los ciudadanos, y otra muy diferente son las negociaciones para formar gobierno, donde lo que se juegan es el poder. Puede parecer una secuencia lógica cuya resultante obedezca al interés general expresado en votos. Pero no siempre es así. En las campañas se juega con la candidez de los votantes, se espolean sentimientos, se apela a las conciencias, se manipula la historia reciente para acomodarla a sus intereses y, sobre todo, se rehúye la más mínima autocrítica por la aportación de cada uno a la cruda realidad de las situaciones presentes. El voto de los ciudadanos se convierte en una cuestión de fe.
Pero las negociaciones para gobernar son otra cosa. La fe del votante se transforma en la astucia y la ambición del votado. En esta fase ya no se promete. El protagonismo de los ciudadanos ha caducado hasta dentro de cuatro años. Ahora se inicia un ritual guerrero cuyo fin último son las cuotas de poder. Un ritual en el que más que coincidencias programáticas se busca la confluencia de intereses de las formaciones políticas, los puestos, los presupuestos, los cargos y las posiciones dominantes. Los ciudadanos se convierten en espectadores de un sainete cuyo guion creían haber escrito pero que los exégetas van improvisando hasta representar otra obra. Es lo que tiene la libertad de creación en el arte de la política.

No hay comentarios:

historia de una adopción

caminos sinuosos

Todos los caminos en la vida son sinuosos. No hay líneas rectas para avanzar porque los obstáculos surgen estratégicamente. La propia exis...