Qué está pasando en el mundo para que “la verdad” se identifique como un valor en caída libre, hacia un pozo sin fondo, que sólo la historia recordará a pie de página como apunte de otra realidad superior. La Nueva “escuela filosófica Donald Trump” ha convertido a su líder supremo en una especie de matriuska fértil que va esparciendo descendencia por todo el planeta. A esta doctrina “trumpista” que niega la evidencia para construir realidades más a su medida, se le han sumado Boris Johnson, Bolsonaro, Salvini, Orban, y un sinfín de pequeños satélites con menos poderío pero idénticas intenciones. La matriuska va generando en una escala de mayor a menor. Su producto, la mentira, tiene una evolución a la inversa. No importa tanto el poder del personaje como la gran mentira que cuente para sumarlas todas y llenar el mundo de trampantojos que nos dificulten la visión de la verdad.
Sí,
algo está pasando, para que el diario más prestigioso del mundo, The New York Times, con 170 años de
Historia y referente del buen hacer, lleve casi dos años desarrollando una
campaña bajo el lema “The truth is worth
it” (la verdad merece la pena), o que otro medio de similar prestigio, el Washington Post, lleve desde 2017 con un
contador de las mentiras del presidente Trump. Lleva contabilizadas la friolera
de 10.000, en ochocientos días de mandato. Al principio la media era de cinco
al día, pero en los últimos meses alcanza las 23 falsedades, todas ellas en
declaraciones públicas. No quiero hacer
la cuenta y sumarles las de todos sus satélites porque el resultado sería
catastrófico y muy deprimente.
Quizás
el problema sea que la mentira tiene el poder y los medios para penetrar de
forma imperceptible pero constante en un tejido social que ha abrazado fuentes
de información manipulables, frente a la verdad desnuda que se nutre del coraje
y el compromiso de quienes la abanderan como representantes de una ciudadanía
silenciada por el ensordecedor ruido de los mentirosos.
Pero
puede que exista esperanza mientras el Mediterráneo tenga voluntarios anónimos
y emerjan personas como Greta Thunberg o Carola Rakete, por citar sólo dos, que
sin más medios que la verdad, la razón y la palabra están librando una batalla
casi tan imposible como desigual contra los negacionistas del cambio climático
que amenaza el planeta, y que curiosamente son los mismos que dan la espalda al
Mediterráneo y al drama que allí se vive hasta que se muere. Quizá piensen que
es otro trampantojo de los que ellos crean.
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