sábado, 1 de junio de 2019

"las Tierras del Norte"



Hace un tiempo confesaba en estas mismas líneas que las series que estaban de moda no despertaban en mí ninguna curiosidad. Pero como todo en la vida es una cuestión de probar para poder opinar, caí en la tentación. Hoy estoy tan atrapado en esas tramas de ficción que cuando observo y analizo la realidad política apenas encuentro distinciones. O, por ser más exacto, observo muchas similitudes.
Hace ya unos cuantos años que se acabaron las mayorías absolutas, la alternancia de dos opciones, más que históricas yo diría que prehistóricas, y emergieron nuevas especies políticas con ideologías no se sabe si más transversales o simplemente revestidas de un pragmatismo evolutivo que ni el propio Darwin hubiera sospechado. O quizá la evolución haya sido social y se ha trasladado por simpatía a la política.
En cualquier caso esos dos grandes poderes se han fragmentado por la izquierda, por la derecha, por la extrema derecha y por el centro. Por no hablar de las famosas baronías que cuestionan, desde dentro de cada uno de los fragmentos resultantes, todo lo que emane de la cúpula. Baronías que se declaran en muchos casos republicanas pero que lejos de aceptar las leyes de la democracia ejercen de nobles feudales cuya única lealtad es conservar sus privilegios.
El resultado para la política real es un juego de estrategias mutantes que nadie sabe en qué devendrán. Sus intereses se pueden decantar por tantos derroteros como opciones existen. Si a este modus operandi de los políticos se le añade el realismo de los efectos especiales de las series de moda para darle cierto atractivo con sangre, sudor y sexo, tenemos tantas temporadas como nos dé de sí la vida. Porque en la vida real, como en Juego de Tronos, también hay muertos que resucitan y llegan a la presidencia del Gobierno, hay princesas desheredadas venidas a menos, y reyes sacrificados por el bien de la monarquía. Hay guion para muchos capítulos.
También es cierto que llevamos tantos procesos electorales como batallas épicas hay en las series, algo que no crea precisamente un clima propicio a las lealtades ni a los acuerdos, ni siquiera a los diálogos reposados. Por el contrario, la lucha por el poder es el manantial del que se nutren las intrigas, las traiciones, las vendettas, las mentiras y las corrupciones. Es el escenario donde la mentira es lícita y la crueldad es manifiesta.
Pero en este mundo real de aliados ocasionales que son a su vez conspiradores conspicuos, sólo las Tierras del Norte resisten a la tentación de abrazar esta política transgénica. Parece que sus habitantes prefieren formaciones políticas ya consolidadas, previsibles y sin grandes histrionismos ni aspavientos. Por algo el Athletic Club es único y centenario.

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