viernes, 1 de noviembre de 2013

itinerantes de la ciudad y la vida

A estas alturas de la vida hay muy pocas cosas que nos llamen la atención. Los que peinan canas y los que no peinamos ya nada hemos visto muchas primaveras y muchos otoños, y hasta algunos duros inviernos sociales y personales. Pero por muy curados de espanto que estemos siempre queda un hueco a rellenar.
La última encuesta hecha en las tres capitales de la Comunidad Autónoma Vasca sobre gente que vive y pernocta en la calle es uno de esos sobresaltos que uno se echa al zurrón de las sorpresas. Quien más quien menos se ha topado más de una vez con algún indigente reposando en un banco público o ha conocido a los habitantes de los puentes. Pero cuando alguien se toma la molestia de hacer un recuento de las personas que duermen bajo las estrellas, en el mejor de los casos, o bajo la lluvia y el frío, en el peor, nos damos cuenta de que el individuo del banco no es más que una pequeña parte de la multitud.
Casi trescientas personas duermen a la intemperie en nuestras capitales mientras la mayoría nos cobijamos entre edredones de plumas nórdicas en confortables habitaciones caldeadas a nuestro gusto. A veces hasta tenemos nuestras preocupaciones cotidianas y a pesar del microclima que disfrutamos para un reposo placentero, apenas podemos conciliar el sueño. Las facturas, los colegios, las relaciones con el jefe, las notas, los desencuentros con la cuadrila...
Son los pequeños demonios que nos perturban el sueño y nos soliviantan la vida. Después hay otros grandes demonios como la catastrófica situación económica, el desmadre de la política, los grandes desastres naturales o el injusto IVA que se aplica a la cultura, por poner algunos ejemplos. Estos pequeños y grandes diablos son los que ocupan nuestras conversaciones y preocupan a nuestro entorno.
Y en medio de todo eso qué. Por qué dejamos en barbecho el territorio común de la solidaridad. Por qué obviamos un estrato social marginado y nos saltamos ese charco, sin grandes esfuerzos, por miedo a que nos salpique. Por qué lo que llamamos bienestar nos ha fagocitado nuestra condición de seres humanos. ¿Sabemos algo de los pequeños demonios de los sintecho?
Ah! ¿Pero existen? ¿Tienen demonios?
Claro. Y son nuestros vecinos aunque no figuren en el padrón por su condición de itinerantes en la ciudad y en la vida. Es evidente que nada o poco se puede hacer frente a grandes desastres naturales o frente a movimientos macroeconómicos que exceden nuestra capacidad de reacción. Pero hombre... ayudar al vecino... Está claro que somos un país medianamente solidario y que nuestras instituciones ponen los medios para evitar o paliar en la medida de sus posibilidades estas situaciones. Pero el calor humano es otra cosa. Se pueden compartir y combatir pequeños y grandes demonios con nuestros vecinos. Posiblemente el resultado sea más confortable para el espíritu que el mejor edredón nórdico.

martes, 1 de octubre de 2013

necesitamos una epidémia vírica


HAY quien dice que el dinero puede más que la sangre. A mí esa frase me hace evocar la ola de insolidaridad que nos está inundando socialmente y que puede acabar por arrasar los valores sobre los que hemos cimentado nuestra sociedad.
Insolidarios ha habido siempre. Alguien podría decir también lo contrario, y sería cierto. En realidad la gran masa social se ha movido históricamente en tierra de nadie, en una indiferencia alevosa cobijada en las mayorías. Pero la verdad es que en los últimos años se están produciendo migraciones masivas que avanzan inexorablemente desde “tierra de nadie” hacia la militancia en la insolidaridad activa y en muchos casos hacia la xenofobia.
Por no hablar de la “aporofobia” (odio y rechazo al pobre), término no reconocido por la RAE pero acuñado acertadamente por Adela Cortina, toda una autoridad en políticas sociales. Porque ya no son sólo esos grupúsculos fascistoides que están emergiendo en toda Europa. A estos movimientos de canibalismo social se están sumando algunos gobiernos que hasta hace bien poco pasaban por ser ejemplares en el respeto a las personas y por la puesta en marcha de políticas sociales avanzadas. Pero, efectivamente puede más el dinero que la sangre. La ideología solidaria se está transformando en un egoísmo exacerbado: lo mío sólo para mí.
Hace poco vi un anuncio promocional de una cadena de televisión en el que los comportamientos de las personas se iban transformando de forma vírica. Una persona ayudaba a un ciego a cruzar la calle mientras otra observaba con simpatía el gesto. El observador se encontraba con una señora llena de bolsas de la compra y le ayudaba a subirlas a casa, mientras era observado por otra persona que a su vez hacía un gesto similar ante una situación parecida, mientras era observada por otra. Y así sucesivamente.
Ya se que las epidemia están mal vistas pero yo propongo a quien corresponda que se promocionen, se cultiven y se liberen en el ambiente estos “virus solidarios” hasta que sean una plaga imposible de controlar. Creo que sería la mejor vacuna social ante los tiempos que se avecinan y ante las actitudes y egoísmos que no se avecinan porque ya están aquí. No podemos dejar que el dinero nos compre la conciencia y nos chupe la sangre, esa sangre que compartimos todos.

jueves, 1 de agosto de 2013

programación gris marengo

CREO que la oferta cultural del país está más o menos a la altura de las circunstancias en estos meses del solsticio más esperado del año. Bendita época estival en la que nos quitamos la cuadrícula de la vida gris marengo, nos despojamos del traje de rayas laboral y nos volvemos un poco peliculeros californianos en las costumbres.
Pantalón corto, chanclas, cervecitas y anarquía horaria. El sol y el buen tiempo obran milagros en el cuerpo y el espíritu. Es cuando más disfrutamos de nuestro tiempo o simplemente pasamos de el por qué no nos agobian las urgencias horarias. Particularmente soy, desde mi más rebelde adolescencia, un enamorado del blues y del jazz. Y soy de los pocos privilegiados que coincide con su hijo, treinta y cinco años más joven, en los gustos musicales. Mis colegas eran más rockeros pero nunca hubo la más mínima fricción. Cada cual a lo suyo con su cada quien.
Tengo pues unos gustos musicales con cierta raigambre que no son precisamente estacionales. No coinciden con solsticios ni modas, con grupos ni con nuevas tendencias. Forman parte de una cultura que, como todas, necesita casi “el pan nuestro de cada día”. Y si esto es pedir demasiado, al menos una vez a la semana o cada quincena. O si quieren, cada mes.
Admiro la efervescencia musical de estos días, ese concentrado de grupos, lugares y estilos para todo tipo de tribus urbanas, tribus rurales, tribus y hasta lobos solitarios. Pero me resisto un poco a los empachos porque, entre otras cosas, afectan negativamente al páncreas, no permiten degustar con fruición las exquisiteces y no dan tiempo a regurgitar lo escuchado para valorarlo en toda su dimensión. Tenemos festivales de jazz en Getxo, Gasteiz y Donostia, todos ellos con figuras de primera línea mundial. Además de las programaciones de otros pueblos y ciudades.
Todo ello apenas en un mes. Son una sucesión sucesiva de delicatessens que nos desbordan. Salvo los más afortunados, apenas tenemos tiempo ni dinero para satisfacer nuestra melomanía. Yo al menos no puedo estar todo un mes de gira por Euskadi. Y el que puede, los escucha todos. Pero luego que...
Echo de menos una programación más ordenada y escalonada en el tiempo. Particularmente no me importaría, y creo que a nadie, escuchar a Chick Corea y a Paco de Lucía en pleno febrero; ni a Diana Krall en noviembre. Creo que ese placer no está intrínsecamente ligado al verano. No me importaría que convivieran las dos programaciones aunque creo que por la importancia de las figuras serían prácticamente excluyentes. Simplemente por decir algo... Los museos programan exposiciones durante todo el año, la temporada de ópera tiene también su propio calendario, las salas de exposiciones no se abarrotan de obras de arte de diferentes autores.
Cada genio tiene su espacio, su tiempo, su público y su momento de gloria tanto para él como para sus admiradores. No se genera una inflación que acabe por devaluar lo artístico y la mística que genera cada autor en su parroquia. El resto del año también existe y el público es fiel independientemente de la época. Al margen de las programaciones locales, siempre de agradecer, también se necesitan momentos de placer espiritual y musical, con figuras de primera línea, en medio de nuestro periodo gris marengo.

miércoles, 3 de julio de 2013

un "milagro" laborioso

BILBAO ha entrado en la órbita de las ciudades con glamour. Ha pasado de buscar referencias a ser referente. Todavía recuerdo mis primeras escapadas a otras ciudades de Europa. La primera, cómo no, fue a París. Después vinieron sucesivamente Bruselas, Ámsterdam, Berlín... y así hasta lo que se llama cruzar el charco.
Entonces Bilbao era una ciudad gris para los que sólo miraban el paisaje y adquiría personalidad cuando se conocía al paisanaje. La Ría olía mal para los foráneos y tenía un aspecto más que turbio, con habitantes inertes que se mecían hacia arriba y hacia abajo arrastrados por la corriente de la Ría o el empuje de las mareas. En definitiva, a sus orillas lo único vivo que se asomaba eran los anguleros y las angulas despistadas. Todavía no entiendo cómo podían sobrevivir entre tanto detritus humano y desechos químicos. Bilbao no tenía metro, el tranvía había pasado a mejor vida y el sustento industrial sobre el que había palpitado la vida de la Villa había entrado en un estado de corrosión irreversible.
En medio de este paisaje, esa primera salida a París fue como una revelación. Me llamó la atención el metro que circulaba bajo tierra y te conectaba con una y otra punta de la capital francesa. Pero sobre todo me maravillo la convivencia de su sabor a cultura con un estilo urbano, moderno, cosmopolita. Me gustó la vida que transmitían sus calles. La luz y el color, el mestizaje armónico entre lugares, lenguas y personas.
He vuelto en muchas ocasiones, la última el pasado verano. En todo este tiempo también he podido viajar a otras capitales y a la vuelta siempre siento el “milagro” laborioso de la transformación de Bilbao. Una especie de síndrome de Stendhal autóctono.
Ahora comparo todos esos sitios con nuestra Villa y me descubro a mí mismo que el ambiente cosmopolita de las calles de esas ciudades ya no me sorprende, sus metros necesitan un lavado de imagen y su luz no es más luminosa que la de Bilbao, ni sus ríos más limpios que nuestra Ría. Siento ráfagas de chauvinismo.
La Cumbre de Alcaldes me ha hecho reflexionar de nuevo. Alcaldes de 57 ciudades punteras de todo el mundo han examinado la transformación de Bilbao. La delegación asiática se interesaba por el préstamo de bicis; el alcalde de Houston estaba impresionado por los jardines. Todos han visto una ciudad vivible, sin prisas, cómoda, limpia. Solo espero que dentro de 15 años, si alguno de estos dirigentes vuelve a la capital siga teniendo cosas que aprender y que Bilbao se siga reinventando, con el espíritu de su paisanaje, ese que nunca ha sido gris. Bilbao ha hecho cumbre de dirigentes mundiales, pero no ha tocado techo. 

domingo, 2 de junio de 2013

espacios de libertad

CADA vez estamos más dotados de artilugios de última generación para comunicarnos entre noso- tros. Valoramos mucho la tecnología y muy poco los contenidos. Telegrafiamos las relaciones in- terpersonales para quedar, y bana- lizar los contenidos, porque no nos miramos a los ojos, no perci- bimos los matices del lenguaje ni las inflexiones de la voz. Ni si- quiera intuimos los movimientos de nuestro cuerpo, nuestras manos, el efecto reflejo en la cara de lo que sentimos... ese lenguaje gestual tan mediterráneo que aporta el valor de la estética y el sentimiento de la expresión. Movemos los pulgares a velocidad de vértigo mientras vemos la televisión, mientras hablamos con otra persona viajando en el metro, cuando vamos a caminar en nuestro tiempo libre para relajar nuestro cuerpo y nuestra vida. No hay reposo. La vida se nos escapa por los dedos. Y seguimos dándole a la tecla. La comunicación ha trascendido la proximidad para instalarse en la tecnología. Hemos hecho de la necesidad personal y de la oportunidad tecnológica el sucedáneo de lo genuino. La forma de comunicación inventada para aproximarnos es la que ha marcado la distancia entre nosotros. Necesitamos espacios de libertad, espacios de soledad donde poder comunicarnos. Necesitamos huir de las barreras de la convivencia, recuperar lo rural de nuestra existencia para mejorar nuestra convivencia civilizada. Estamos permanentemente sometidos a una tormenta de estímulos profesionales, a una intromisión en nuestro yo de buenas intenciones personales y al escudriño y escrutinio de todos los que nos rodean, sean a no conocidos. Todos y cada uno somos un escaparate no deseado para todos demás. ¿Quién no añora de vez en cuando un poco de soledad para sentirse acompañado? Yo creo que es una necesidad... cuando menos intermitente. No deseable cuando nos envuelve y absorbe pero deseada cuando la capa de ozono social agobia nuestro espíritu recalentado por el día a día. Creo que es bueno avanzar en la comunicación, en las tecnologías, para facilitar las relaciones interpersonales y en la metodología para romper las distancias físicas. Pero creo que todo eso no es un buen sustitutivo del tu a tu, o del bis a bis como se dice en términos carcelarios. Por eso creo en las fórmulas intermedias. He leído que un equipo italiano de urbanistas están trabajando en un proyecto llamado cabinas del silencio en la ciudad. Los padres de la idea son Francisco Suárez y Domenico di Sienna. Tratan de rescatar las cabinas de teléfonos antiguas, las de toda la vida que ya nadie usa, y apenas existen, para reconvertirlas en islas del silencio entre la muchedumbre. Yo seré usuario preferencial. Es una forma de encontrarnos a nosotros mismos en medio de todo el mundo.

lunes, 1 de abril de 2013

hurtos famélicos

ME retracto. Retomo esta columna donde la dejé hace un año y algunos meses. Entonces hablaba de los pobres de la abundancia. Las personas más necesitadas entonces, cuando todavía la crisis no se había manifestado en toda su virulencia, no carecían de lo imprescindible para vivir. Comida y ropa no faltaba. Los juguetes no se recogían en las iglesias y los ladrones eran de guante blanco. Pero, desafortunadamente, las cosas han cambiado para mal. Volvemos a los hurtos famélicos, a los de los pobres de solemnidad. En algunos supermercados han contratado guardas de seguridad para controlar a las amas de casa que aprovechan los despistes de las cajeras para llevarse un pollo escondido bajo el brazo o una bandeja de lomo. Son nuevos necesitados. En muchos casos inexpertos, aprendiendo el oficio de la supervivencia familiar a través de lo ajeno. Pero esta necesidad no les hace más comprendidos a los ojos de la víctima porque tampoco en su sector las cosas van bien. Son un índice más de la crisis. A veces, parecen escenas de posguerra, más por lo esperpentico de la situación que por el hurto en sí mismo. Fue el caso reciente de Maribel. Acababa de abrir la panadería cuando entró un hombre que, tras un pequeño forcejeo, logró inmovilizarla. Con ella maniatada en la trastienda y una caja registradora que se le resistía, el atracador se vio sorprendido por varios clientes que, ajenos a la situación, le confundieron con un nuevo dependiente. Para no levantar sospechas y haciendo gala de una versatilidad a prueba de sorpresas, llego a atender a varios de ellos. “Según le pagábamos el pan se guardaba el dinero”, llegó a contar una de las clientas, atendida por el ladrón. Y estuvo allí un buen rato ejerciendo de tendero hasta que hubo un lapsus de clientes y pudo huir con un ordenador y el bolso de la panadera. Eso sí, el ladrón acabó la faena adentrandose en la trastienda y, con un signo de arrepentimiento no consumado, dio un abrazo a la víctima, como agravio a la ofensa que le había hecho. Menos gracioso pero más patético fue el caso de una madre de familia que fue sorprendida cuando se llevaba una bandeja de pollo para dar de comer a sus hijos. Hace años la policía a estos robos lo llamaba “famélicos” respondiendo como su propio nombre indica a ladrones de las necesidades primarias. Así las cosas no es de extrañar que estén creciendo los negocios de los arreglos que lo mismo reparan un coche que una aspiradora o un pantalón. O que cada vez más gente se esté desprendiendo del oro que tenía en casa para poder llegar a fin de mes. Para la víctima no cabe duda de que el robo le duele lo mismo pero no se puede negar que son “ladrones” con alma. Al menos, algunos.

lunes, 4 de febrero de 2013

una "rara avis" en el tumulto

NO sé si ha sido siempre así y no nos enterábamos, o por el contrario estamos asistiendo a un renacer de la novela picaresca basada en hechos reales. Sin duda, es el género literario que más abunda en toda la prensa. La cosa es que todo lo que aflora últimamente tiene un claro sesgo negativo. Los parados de ahora están parados de verdad. No como antes cuando el subsidio del paro era parte de las rentas que generaba el pluriempleo. El “chorizo” clásico ya no se lucra escatimando los decimales de la contabilidad. Mete la mano directamente en la caja, eso sí, en la “B”, y se lleva dos docenas de millones a Suiza. Los banqueros se creen que el dinero del rescate es, también, solo para ellos. Otros, no todos, se dedican al trasiego de la pasta de los ciudadanos a las instituciones y de estas de nuevo a los ciudadanos amigos. Por algo se llama Levante la zona genuina de todo este chanchullo en el que se mezclan sangre azul y roja, como en una novela rosa. Todo el que puede busca la trampa, legal o ilegal, la cosa es que no te pillen, para pagar lo menos posible a Hacienda. El tendero, si puede, te mete entre el kilo de naranjas una de dudosa reputación. Y así sucesivamente. La corrosión ha calado hasta las entrañas del sistema. En cualquier sitio que se rasque salta un escándalo de corrupción. Lo último y más interesante de lo que he tenido conocimiento es el caso de una alcaldesa, de esa coalición de nuevo advenimiento a la democracia, que quiere financiar el programa de fiestas y esta ofertando a comercios, empresas, hostelería y demás negocios de su pueblo la inclusión de publicidad en el folleto. Lo curioso es que les da la opción de pagar con o sin IVA. Seguramente sera un posicionamiento politico razonado con el fin ultimo de la construccion nacional. Pero alguien ha destapado el chanchullo y los comerciantes se han escandalizado porque ahora se verán obligados a pagar con IVA. En fin... Menos mal que entre todo este tumulto tumultuoso, donde cada vez que uno ve un “brote verde” va otro y se lo fuma, subsiste una rara avis. Un tal Azkuna. Un tipo que habla claro y gestiona transparente. Con eficacia, por si fuera poco lo anterior. Y además no le pasa como a Gorbachov, que le reconocían en el mundo mundial y le odiaban en su pueblo. Fíjense si a este se le reconoce que le han hecho alcalde, el mejor del mundo, como corresponde a Bilbao. Alcalde, Dios guarde a usted muchos años.

jueves, 3 de enero de 2013

el "recurso" como diálogo

ÚLTIMAMENTE la política, perdón algunos políticos, tienen una tendencia preocupante a judiciali- zar actuaciones propias del ejercicio de esta actividad para avalar legalmente sus decisiones. Que yo recuerde, y es así como se han forjado los grandes acuerdos y hasta acordado las desavenencias, antes las discrepancias pasaban previamente por la vía del diálogo, la negociación, la diplomacia y el ta- lento de los protagonistas antes de llegar a esa señora con los ojos tapados que empuña una balanza de antiguo tendero para sopesar los argumentos de cada cual. Se han eliminado del comportamiento de algunos políticos esos pasos previos, aunque fuesen de baile de salón, que desbrozaban muchos senderos para poder llegar al claro del bosque. Quizá por las necesidades inmediatas que nos agobian o porque no hay argumentos para negociar. La cosa es que amparados en las grandes urgencias, como si el mundo se fuera a acabar al día siguiente, cada uno va a lo suyo y que decida la Justicia, que como es lenta y juega a la gallinita ciega, a lo mejor no me quita lo “bailao”. Igual ahora, desenmascarado el error predictivo de los mayas, se lo tomen con más sosiego. Las consecuencias de este “modus operandi” vienen a ser algo así como que la acción política está permanentemente en manos de los jueces. El Tribunal Constitucional tiene en cartera en estos momentos decenas de recursos pendientes de resolución. Y no son baladíes ni responden a teorías filosóficas con las que nos jugamos el criterio pero no el cocido. Son recursos sobre Sanidad, Educación, Reforma Laboral, Pensiones, Competencias entre administraciones... Y así “hasta el infinito y más allá”. Y entre todos estos, aunque en otros niveles, hay recursos que hacen sonrojar a cualquiera. El último ha tenido como escenario el Ayuntamiento de Basauri. El equipo que ha perdido el poder en las últimas elecciones municipales ha presentado un recurso contra los actuales rectores porque les han desalojado del despacho destinado al Gobierno. El argumento inicial les acusaba de “violación domiciliaria”. “¡Manda güevos!” A los jueces parece que ya les toca hacer de todo. No me extraña que Gallardón se haya inventado la “tasa judicial”. Las arcas de Hacienda, además de sangrar a los ciudadanos, van a recuperar mucha pasta de la que sueltan sólo por los recursos entre administra- ciones. A falta de diálogo ¡toma recurso!

historia de una adopción

caminos sinuosos

Todos los caminos en la vida son sinuosos. No hay líneas rectas para avanzar porque los obstáculos surgen estratégicamente. La propia exis...