martes, 1 de octubre de 2013

necesitamos una epidémia vírica


HAY quien dice que el dinero puede más que la sangre. A mí esa frase me hace evocar la ola de insolidaridad que nos está inundando socialmente y que puede acabar por arrasar los valores sobre los que hemos cimentado nuestra sociedad.
Insolidarios ha habido siempre. Alguien podría decir también lo contrario, y sería cierto. En realidad la gran masa social se ha movido históricamente en tierra de nadie, en una indiferencia alevosa cobijada en las mayorías. Pero la verdad es que en los últimos años se están produciendo migraciones masivas que avanzan inexorablemente desde “tierra de nadie” hacia la militancia en la insolidaridad activa y en muchos casos hacia la xenofobia.
Por no hablar de la “aporofobia” (odio y rechazo al pobre), término no reconocido por la RAE pero acuñado acertadamente por Adela Cortina, toda una autoridad en políticas sociales. Porque ya no son sólo esos grupúsculos fascistoides que están emergiendo en toda Europa. A estos movimientos de canibalismo social se están sumando algunos gobiernos que hasta hace bien poco pasaban por ser ejemplares en el respeto a las personas y por la puesta en marcha de políticas sociales avanzadas. Pero, efectivamente puede más el dinero que la sangre. La ideología solidaria se está transformando en un egoísmo exacerbado: lo mío sólo para mí.
Hace poco vi un anuncio promocional de una cadena de televisión en el que los comportamientos de las personas se iban transformando de forma vírica. Una persona ayudaba a un ciego a cruzar la calle mientras otra observaba con simpatía el gesto. El observador se encontraba con una señora llena de bolsas de la compra y le ayudaba a subirlas a casa, mientras era observado por otra persona que a su vez hacía un gesto similar ante una situación parecida, mientras era observada por otra. Y así sucesivamente.
Ya se que las epidemia están mal vistas pero yo propongo a quien corresponda que se promocionen, se cultiven y se liberen en el ambiente estos “virus solidarios” hasta que sean una plaga imposible de controlar. Creo que sería la mejor vacuna social ante los tiempos que se avecinan y ante las actitudes y egoísmos que no se avecinan porque ya están aquí. No podemos dejar que el dinero nos compre la conciencia y nos chupe la sangre, esa sangre que compartimos todos.

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