domingo, 2 de junio de 2013

espacios de libertad

CADA vez estamos más dotados de artilugios de última generación para comunicarnos entre noso- tros. Valoramos mucho la tecnología y muy poco los contenidos. Telegrafiamos las relaciones in- terpersonales para quedar, y bana- lizar los contenidos, porque no nos miramos a los ojos, no perci- bimos los matices del lenguaje ni las inflexiones de la voz. Ni si- quiera intuimos los movimientos de nuestro cuerpo, nuestras manos, el efecto reflejo en la cara de lo que sentimos... ese lenguaje gestual tan mediterráneo que aporta el valor de la estética y el sentimiento de la expresión. Movemos los pulgares a velocidad de vértigo mientras vemos la televisión, mientras hablamos con otra persona viajando en el metro, cuando vamos a caminar en nuestro tiempo libre para relajar nuestro cuerpo y nuestra vida. No hay reposo. La vida se nos escapa por los dedos. Y seguimos dándole a la tecla. La comunicación ha trascendido la proximidad para instalarse en la tecnología. Hemos hecho de la necesidad personal y de la oportunidad tecnológica el sucedáneo de lo genuino. La forma de comunicación inventada para aproximarnos es la que ha marcado la distancia entre nosotros. Necesitamos espacios de libertad, espacios de soledad donde poder comunicarnos. Necesitamos huir de las barreras de la convivencia, recuperar lo rural de nuestra existencia para mejorar nuestra convivencia civilizada. Estamos permanentemente sometidos a una tormenta de estímulos profesionales, a una intromisión en nuestro yo de buenas intenciones personales y al escudriño y escrutinio de todos los que nos rodean, sean a no conocidos. Todos y cada uno somos un escaparate no deseado para todos demás. ¿Quién no añora de vez en cuando un poco de soledad para sentirse acompañado? Yo creo que es una necesidad... cuando menos intermitente. No deseable cuando nos envuelve y absorbe pero deseada cuando la capa de ozono social agobia nuestro espíritu recalentado por el día a día. Creo que es bueno avanzar en la comunicación, en las tecnologías, para facilitar las relaciones interpersonales y en la metodología para romper las distancias físicas. Pero creo que todo eso no es un buen sustitutivo del tu a tu, o del bis a bis como se dice en términos carcelarios. Por eso creo en las fórmulas intermedias. He leído que un equipo italiano de urbanistas están trabajando en un proyecto llamado cabinas del silencio en la ciudad. Los padres de la idea son Francisco Suárez y Domenico di Sienna. Tratan de rescatar las cabinas de teléfonos antiguas, las de toda la vida que ya nadie usa, y apenas existen, para reconvertirlas en islas del silencio entre la muchedumbre. Yo seré usuario preferencial. Es una forma de encontrarnos a nosotros mismos en medio de todo el mundo.

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