sábado, 2 de diciembre de 2017

me vuelvo al fútbol


Decididamente me quedo con el fútbol. Es imprevisible en el juego y en los resultados. Es dinámico, depresivo, patético y de nuevo magia y euforia. Todo en muy poco tiempo. Nos revuelve los sentimientos, los estados de ánimo, nos cabrea solos, con el mundo, con el vecino, con el jugador y con el entrenador, con el presidente y con el Club… y nos reconcilia con todos a la vez. A veces somos nosotros mismos y otras no. Todo transcurre en segundos. No hay nada que nos sumerja más en tan poco tiempo en semejante torbellino de emociones.
He seguido en los últimos meses, con mucha más atención que los años anteriores, todas las jugadas del “proces”. Hasta el punto de que el Athletic me resultaba secundario. He leído cientos de páginas escritas y opiniones para todos los gustos. Todo era en blanco y negro. Hubo un momento en el que desenlace me resultaba incierto. Veía movimientos en el tablero sin que acertara a qué lógica podían obedecer. Mucha actividad de peones alborozados, convencidos de la victoria de la causa que abanderaban.
Entretanto, las figuras de los jugadores contrarios se adivinaban en actitud taimada. Pocos movimientos pero sibilinos. Aparente tranquilidad que ocultaba las erupciones volcánicas por llegar. La calma previa a la tempestad. Para mí todo era incertidumbre, interés y dudas. Hasta que un movimiento de la figura del rey hizo que comenzara una danza guerrera que movilizó toda la caballería y artillería del monarca.
Ahí se acabaron todas mis dudas. Una visión general de los contendientes en el campo de juego arrojaba como resultado previsible una victoria por aplastamiento. El alborozo de los peones contrarios empezó a zozobrar, la voluntad de algunos de sus líderes empezó a quebrarse. Donde hubo organización triunfó el desasosiego y lo que parecía estrategia mutó en desorden. Todo, todo, todo… era previsible ya. Imposible la sorpresa del gol en el último minuto.
Decidido. Me vuelvo al fútbol con todas sus imperfecciones y toda su capacidad de alterar emociones. Tiene magia, a veces negra y a veces blanca, que permite intercambiar el rol de los protagonistas, desestabilizar lo previsible y dar oportunidades al más débil. Cada minuto es un suspiro sin relación con el siguiente.
Sí, me vuelvo al fútbol, aunque por el rabillo del ojo sigo mirando a Catalunya. Nunca se sabe lo que deparará el tiempo de descuento.

jueves, 2 de noviembre de 2017

una propuesta ciudadana

Nada más lejos de mi intención que decirles a los responsables de las áreas culturales de Bilbao cómo hacer su trabajo. Pero me aferro a esa nueva y sana moda de la participación ciudadana en la gestión de las instituciones, aunque la última palabra la tengan estos organismos. De ahí mi osadía para hacer una propuesta que posiblemente enriquecería nuestro patrimonio cultural colectivo, socializaría aún más el mundo del arte, sin tener que pasar por taquilla, y estimularía una dinámica de calidad  y dinamismo en la calle y entre los ciudadanos, no sólo como reclamo para acceder a los museos sino como espectáculo público y de ciudad en movimiento.
El Guggenheim alberga innumerables obras de arte en su interior, programa exposiciones clásicas y vanguardistas y nos acerca cada temporada grandes tesoros de la historia, de la creación humana, de la genialidad de los espíritus rebeldes. Pero también existe un continente majestuoso y soberbio que constituye por sí mismo una obra de arte de carácter universal, reconocible y reconocido. Un gigante de titanio moldeado por la necesidad de Bilbao de resurgir del polvo del hierro y la visión de un genio que supo interpretar el paisaje, el carácter y el espíritu sensible y aventurero de la villa. Un buque insignia sin el que Bilbao ya no sería lo mismo. Tampoco el museo sería lo mismo si no estuviera en Bilbao.
Pero el Guggenheim tiene una serie de satélites que por sí mismos, uno a uno, constituyen todo un universo creativo. Nadie concibe el museo sin su perro guardián Puppy, amable con los visitantes, sonriente, primaveral todo el año y posiblemente el photocall más colorido y solicitado de Bilbao. Nadie escapa al imán de su encanto ni a la tentación de la foto. Pero si Puppy custodia la entrada no es menos desdeñable la presencia de la araña Mummy al borde de la ría. Esbelta, protectora, escurridiza y discreta, refleja también un universo de sensaciones difíciles de trasladar a palabras pero que reconfortan el espíritu.

Se han cumplido ya 20 años desde el denominado “milagro”, que no es otra cosa que visión, compromiso, esfuerzo y trabajo constante. Y en ese vigésimo aniversario hemos tenido la oportunidad de deleitarnos durante cuatro días con lo que algunos llaman espectáculo y que para mí es una obra de arte. Una obra de arte que a través de imágenes dinámicas, armónicas, a veces transgresoras y por momentos fulgurantes, con un lirismo envolvente y cautivador, ha dotado de vida a un edificio que expresa mucho pero permanece inerte, varado en la propia ría. El Guggenheim merece tener en su colección permanente ese universo de color y sonido que le dé, cada día o cada semana, vida social exterior e interactúe con la ciudad. Esa es mi propuesta ciudadana.

miércoles, 2 de agosto de 2017

La “justicia” de la duda

Ya sé que no voy a ser políticamente correcto, ni a favor de la corriente de los nuevos pensamientos que dudan de todo y de todos. Aunque más que dudar diría que cualquier sospecha dicta veredicto popular de culpabilidad. Hay cosas que me parecen tremendamente injustas con algunas personas, con su valía profesional y con sus capacidades.
Hace unos años, la mujer de un consejero del Gobierno ascendió a un puesto profesional de alta responsabilidad en el Departamento que él dirigía. Llovieron las críticas por ser la mujer de… De nada sirvió su titulación, su cualificación profesional reconocida por sus propios compañeros, su trayectoria y su formación en una especialidad que ha sido su profesión desde que entró en el mundo laboral y de la ciencia. Era la mujer de… y hubo quien se encargó de propalar sospechas e infundios que cuajaron, aunque la evidencia dijese lo contrario. Obvio los nombres pero no con intención de ocultar sus identidades sino porque estarán hasta las narices de salir en las tribunas políticas y en “los papeles” sin comerlo ni beberlo.
Hace un par de meses hicieron director de orquestas de una comunidad al hermano de un conocido político madrileño. Había hecho toda su carrera musical en Dirección de Orquesta en San Petesburgo y tenía una trayectoria profesional impecable. Sentí la misma sensación. Su caso se aireó públicamente sembrando sombras de duda. De sus capacidades, ni hablar. Pasó de ciudadano anónimo, con su propia vida y profesión, a ser el hermano de…, que no es otra cosa que sinónimo de sospechoso de enchufismo.
Ahora pasa lo mismo con una periodista de ETB que lleva treinta años de trayectoria profesional brillante y contrastada. Va a ocupar un puesto de responsabilidad que ha ejercido en otras ocasiones. Pero su marido es consejero del Gobierno y consiguientemente ya está en las tribunas políticas y en los medios.
Entiendo que toda la caterva de corruptelas y chanchullos que salpican la política genere zozobra, desconfianza y hasta cabreo en los ciudadanos. Pero la ira nada tiene que ver con la justicia ni se puede volver justiciera ante las sospechas. No puede ser que alguien que ha dedicado toda su vida a formarse profesionalmente no deba acceder a puestos que ronden la periferia de la actividad de cualquiera de sus familiares, sólo porque a los ojos de los “dudosos” no es estético. Pues yo tampoco soy estético, ni me visto a la moda para seguir la corriente. Me visto como me gusta, como me da la gana, y creo en la valía profesional forjada a través de años de esfuerzo y sacrificio. Me parece bien que para cualquier puesto se busquen los méritos profesionales y que acceda el mejor, pero que una relación de parentesco en ningún caso sea un demérito. Es una cuestión de justicia hacia esa persona. Lo demás es una actitud carroñera.

lunes, 3 de julio de 2017

el vértigo de avanzar

Es curioso ver cómo muchas veces a los grandes avances sociales y políticos les suceden periodos de depresión que resituan las cosas casi en el punto de origen. Curioso y preocupante porque suponen mucho esfuerzo para tan poco recorrido. Desandar el camino siempre es desmoralizador y socava hasta la entereza de los más convencidos.
La Unión Europea a la que aspirábamos muchos está aquejada de una aluminosis estructural galopante que amenaza con colapsar lo poco o mucho que habíamos avanzado en ese espacio común. Se nos ha creado una conciencia de ciudadanía pero no una nacionalidad. Las cautelas y recelos de los estados, la crisis económica y sus consecuencias en los derechos sociales, nos abocan a ser eternos aspirantes a conseguir ser “Los Estados Unidos de Europa”. Nuestras estructuras son vulnerables a los caprichos de cualquiera de los estados que hacen tambalearse a todo el sistema. Lo peor de todo es que estamos perdiendo en poco tiempo mucho de los que habíamos avanzado en décadas con gran esfuerzo y tesón. La reconstrucción de lo que había se me antoja una quimera.
Algo parecido está sucediendo en los Estados Unidos de América. Lo poco o mucho que se había avanzado en derechos sociales en la era Obama está siendo devorado por la egolatría de un sicópata acaudalado, con prácticas nepotistas, que dirige al país y al resto del planeta como si jugara al Monopoly con sus amigos. Creo que nunca una nación tan grande ha tenido un cerebro tan pequeño, aunque ha habido algunas aproximaciones.
Lo dicho, cada vez que se avanza da la sensación de que a muchos ciudadanos les da un ataque de vértigo y eligen a sus representantes para iniciar un regreso a la situación anterior. Dos pasitos para adelante y dos pasitos para atrás.
Vistos estos antecedentes en dos de las grandes zonas más poderosas del planeta me está empezando a dar miedo lo que pueda suceder en el estado más pequeño del mundo cuyos adeptos se cuentan por miles de millones: El Vaticano. Un estado gobernado por Jorge Mario Bergoglio, Francisco, que está casi revolucionando antiguos preceptos de la iglesia y abriendo sus puertas a muchos de los derechos sociales que antes se negaban y ahora se asumen como parte de la vida y de la libertad de sus feligreses. No creo que el aire social que está impulsando este argentino de verbo pausado y conciencia de pueblo guste a muchos de sus correligionarios. Le deseo muchos años de vida y confío en que no le suceda otro Trump.

viernes, 2 de junio de 2017

“apartheid” subvencionado


Hay contradicciones sociales que no alcanzo a comprender por mucha ley que las ampare. El Tribunal Supremo acaba de dictar sentencia a favor de los colegios de enseñanza segregada y su derecho a recibir subvenciones públicas al igual que cualquier otro centro de enseñanza concertada cuyo alumnado sea mixto.
Parto del principio de que, desde mi punto de vista, si volcamos todos los esfuerzos presupuestarios exclusivamente en la enseñanza pública esta mejoraría sustancialmente y se reduciría sobremanera la diferencia de resultados con el sector privado. Y no creo que esto cercenase el derecho de los padres a elegir libremente el centro. Cada cual opta por lo que considera mejor. Pero como otras cosas en la vida, se trataría de garantizar unos mínimos dignos y competitivos para todos, sin que las opciones particulares detraigan ni un euro del proyecto común y solidario.
No obstante, es una evidencia que hay centros privados concertados, pero también lo es que en la mayoría de ellos no se separan a los alumnos de las alumnas, sino todo lo contrario. Son integradores, enriquecedores para la convivencia e impulsores de un sistema de igualdad y no discriminación que todavía se resiste en nuestra sociedad.
Por eso no entiendo cómo esa sentencia puede casar con las políticas de fomento de la igualdad que se realizan desde las administraciones, hasta el punto de crearse hasta un ministerio para este fin.
Viví una experiencia similar en mis primeros años de juventud. Aunque en el mismo centro, los chicos no compartíamos aulas con las chicas. El resultado de este “apartheid” consentido y ahora subvencionado era que lo que pasaba en las aulas se reproducía en la calle. Apenas convivíamos unos con otras. Afortunadamente duró poco y se impuso la cordura.
No entiendo qué tipo de sociedad reflejan estos colegios ni qué valores morales interiorizarán sus alumnos. Lo que se aprende y se vive en cualquier centro de enseñanza debe servir como ejemplo de comportamiento en una sociedad liberada de ciertos tics ultraconservadores y reaccionarios. Creo que es nocivo para los propios alumnos y, por supuesto, para toda la sociedad porque aumenta el sexismo y los estereotipos. Y esa no es la sociedad en la que viven, o al menos en la que vivimos los demás.

Confío en que los recursos que se han anunciado ante el Tribunal Constitucional restituyan el sentido común en nuestro sistema de enseñanza. Al fin y al cabo, la Constitución consagra la no discriminación “por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición”. Por el bien de los alumnos.

martes, 2 de mayo de 2017

figurantes del “gran hermano”

No tengo ni idea de cuántas empresas, organismos, instituciones o particulares tienen datos personales, y muy personales, sobre mí. Cada formulario que relleno, hasta para la cosa más nimia, se me antoja una confesión obligada de intimidades cuyo valor para otra persona no alcanzo a comprender. En realidad, que yo sea consciente, no tengo nada que ocultar. Como todos en la vida, habré cometido aciertos y errores. Pero tampoco me apetece ser un figurante de ese “gran hermano” en el que se ha convertido la globalización para alimentar las nuevas tecnologías y su explotación por parte de una mercadotecnia intrusa, invasiva e insolente. Se cuelan en nuestra intimidad, violentan nuestra vida familiar y nos hacen perder mucho tiempo aunque solo sea borrando mails.
Entiendo que, en muchos casos, todas esas bases de datos bien administradas pueden tener un beneficio directo sobre las personas como la curación de enfermedades y los estudios genéticos que pueden prevenir males mayores. Entiendo que la sanidad y la seguridad públicas dispongan de los datos necesarios para hacer su trabajo dentro de unas garantías deontológicas y de legalidad. Pero no entiendo por qué figuro en cientos o miles de archivos que me bombardean a diario con propuestas que ni he pedido ni me interesan. No sé cómo me han incluido pero sí estoy seguro de que esa red me ha atrapado sin ninguna posibilidad de enmienda.
Ahora, por si fuera poco, en algunos países se está empezando a incluir obligatoriamente la confesión religiosa entre los datos que tienen que aportar sus ciudadanos. Las constituciones democráticas regulan expresamente la libertad de culto, sexo, ideología o cualquier otro ámbito de la intimidad de las personas. Lo del culto, digo yo, será por si hay que investigar terroristas. Luego será la ideología la que haya que consignar. Por lo visto les parece una buena formar de identificar corruptos, rojos o separatistas. Y no digo nada de cuando nos fichen hasta las tendencias sexuales. Aquí querrán buscar amantes, cornudos y cornudas, infidelidades y hasta bastardos no identificados.
Lo último es la huella digital para comprobar que somos los que decimos ser. Como si fuéramos analfabetos y no supiéramos escribir y firmar. Demasiada tecnología para tan poca efectividad.
La verdad es que estoy empezando a ver coartada mi libertad de sexo, religión, ideología y ciudadanía. Y estoy empezando a sospechar de que se nos considere a todos sospechosos. Creo que es ilegítimo aprovechar tiempos convulsos para rebanar espacios de libertad que los ciudadanos nunca más vamos a recuperar. Lo dicho, “el gran hermano” nos ha fichado y de ahí no sale ya nadie. Solo nos queda la libertad de pensamiento. Pero es mejor no decirlo, por si acaso.

historia de una adopción

caminos sinuosos

Todos los caminos en la vida son sinuosos. No hay líneas rectas para avanzar porque los obstáculos surgen estratégicamente. La propia exis...