domingo, 2 de abril de 2017

"no tengo tiempo"


Creo que todos coincidimos en que la velocidad de las comunicaciones a través de las nuevas tecnologías se ha trasladado a la vida diaria de las personas. Los mensajes nos llegan a cientos o miles desbordando la capacidad del cerebro para procesarlos. Es como cuando con la edad el cerebro va más rápido que las piernas y el exceso de confianza nos hace caer de bruces. En definitiva,  o nos reseteamos nosotros y nos adecuamos a los nuevos tiempos haciendo un ejercicio selectivo de todo lo que recibimos o caemos en el “no tengo tiempo”, ese comodín que hoy día se utiliza para casi todo. Y es que la inflación de mensajes y ocupaciones requiere un proceso de jerarquización que aunque no nos permita llegar a todo, al menos nos deje abordar con mesura lo realmente importante para nuestras vidas y las de nuestro entorno.
La consecuencia de ese desbarajuste entre todo lo que queremos hacer y el tiempo que le concedemos a cada cosa es que acabamos “robando” el tiempo de los demás, algo habitual en los entornos familiares, supeditados casi siempre a las obligaciones laborales. La que ejerce esa tiranía sobre nuestras vidas no es otra que “la agenda” de cada uno. Unos horarios que establecemos nosotros mismos y que se transforman en un monstruo que nos hace autómatas, fríos, estresados y casi autistas con las cosas sensibles. Pasamos de ser los programadores de nuestro tiempo a ser los programados. Una especie de ciencia ficción en la que las máquinas creadas por el hombre acaban dominando la tierra y a sus habitantes. Comida rápida y mala, reposo con somníferos para que el sueño sea rápido y reparador, veinte minutos de ejercicios a velocidad de vértigo mientras repasamos mentalmente la siguiente tarea…
El día que seamos conscientes de que la agenda la hacemos nosotros mismos, de que somos capaces de organizar racionalmente nuestro tiempo, de que tenemos el mismo tiempo que las demás pero no lo distribuimos adecuadamente, ese día descubriremos la vida y disfrutaremos de ella. Fast or slow life. Nosotros tenemos la capacidad de elección.
No estoy hablando de la conciliación de la vida laboral y familiar, sino de la conciliación con uno mismo y lo que eso significa de compromiso vital con los demás.
Hace muchos años que leí un cuento que se ha convertido con el tiempo en un clásico universal. Michael Ende describía en “Momo” a unos personajes denominados “los hombres grises” que se dedicaban a robar el tiempo a la gente volviéndola egoísta e insensible. El personaje principal de la narración era Momo, una niña abandonada que neutralizaba la acción de los “hombres grises” con el don de escuchar y hacer felices a sus vecinos para que no fueran absorbidos por el tiempo.

Ahora que está de moda la palabra sostenibilidad, procuremos ser sostenibles con nosotros mismos.

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