ME cuesta pensar que
muchos colectivos sean excluyentes con otros por cuestiones de nacionalidad,
credo, o color de la piel; que les quieran anular con esas tapaderas puramente
aleatorios su condición de personas, sus necesidades básicas de subsistencia o
la escolarización y la sanidad de los niños, simplemente porque “no son los
nuestros”. De otra manera no se entiende esa actitud cainita de los grupos ultras
que están proliferando en todo Europa cuya única misión es romper los pequeños
lazos de solidaridad que hemos establecido, frente a las grandes desigualdades
que alimentamos y toleramos en el resto del mundo.
Si los magrebíes,
africanos o asiáticos están lejos, no les preocupan. Y si están cerca se ocupan
de que se vayan a base de negarles el pan y la sal. Eso sí, todo disfrazado de
solidaridad selectiva, todo sólo para los de casa, poniendo a este concepto y
valor universal unas concertinas como las de las vallas de Ceuta y Melilla.
Pero esas cuchillas de
nombre tan sonoro sólo sirven para atrincherar conciencias, no para frenar las
necesidades ni paliar los efectos del egoísmo exacerbado, del barro moral en el
que nos está sumiendo esta crisis. Son grupos ultras que hacen el trabajo sucio
a los ideólogos del bienestar selectivo, los mercaderes de los mercados
financieros, del selecto grupo de los adinerados, pudientes y poderosos clanes que
creen en las clases sociales y las quieren proteger como una gran reserva
espiritual y económica, frente a la miseria moral y la hambruna del resto de los
mortales. Gente de fe y esperanza, que arrinconan la caridad porque cuesta
dinero.Estos movimientos que ahora crean bancos de alimentos sólo para la población autóctona, los pobres nacionales, son los mismos que antes rociaban de gasolina y quemaban a los mendigos, a los sin techo “nuestros”, a los que se veían obligados a dormir en los cajeros automáticos de las entidades bancarias.
Todos en la vida atravesamos encrucijadas y a veces no tenemos opción de elegir destino. Si alguna vez me toca ser emigrante o mendigo, de esos que llaman “los nuestros”, por favor que alguien me libre de la solidaridad de estos cretinos. Que me ayude una ONG de Bangladés que me trate como a un ser humano.
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