RECONOCER que uno padece una enfermedad grave puede que tenga unos efectos personales beneficiosos para afrontar con mayor entereza esa cruz. Pero esas derivas sicológicas, tan subjetivas como desconocidas, las tienen que evaluar los propios afectados y sus médicos. Habrá quien esté de acuerdo y quien no, sobre todo porque muchos de nosotros no nos la reconoceríamos ni a nosotros mismos. Son mecanismos de defensa tan antiguos como la vida misma. Lo que vulgarmente se ha llamado la política del avestruz que, aunque el animalito habite en África, su filosofía se extiende por todo el planeta.
En cambio, cuando el reconocimiento de esa enfermedad se hace en público, con luz y taquígrafos, las consecuencias personales son mucho más imprevisibles y la deriva sociológica entra en una dimensión digna de análisis.
Han sido muchos los famosos que afectados de graves dolencias han dedicado su vida y mucho de su dinero a fomentar las fundaciones y los estudios en su empeño por ganar esa batalla contra el tiempo. Han transformado sus costumbres, sus hábitos y sus relaciones, como si la enfermedad les hubiera cogido haciendo lo que no debían. No cabe duda de que su contribución a la ciencia y, en consecuencia, a la curación de otras personas, es meritoria.
Pero hay otras personas de gran notoriedad a las que la enfermedad les ha cogido haciendo lo que querían y lo que debían. No han cambiado sus costumbres ni sus hábitos ni sus relaciones ni su trabajo. Porque ese es el sentido de su vida antes y después. Me refiero al Alcalde Iñaki Azkuna y a su ejemplo de coraje personal y su compromiso consigo mismo y con los ciudadanos de Bilbao. Además de gestionar a diario las cosas mundanas del municipio transformando la ciudad y haciéndola más amable para sus habitantes, sabe gestionar y liderar también los comportamientos ante la adversidad, afrontar lo que muchos de sus ciudadanos también padecen. Porque la ciudad no son sólo bienes inmuebles, parques y jardines; son también sus habitantes, sus miserias y sus virtudes, sus temores y sus inquietudes.
Iñaki Azkuna es el Alcalde. Sigue dando sentido a su vida, a su trabajo y a su vocación de servicio, antes y después. Sin que la adversidad le cambie el rumbo porque tiene la brújula bien orientada.
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