sábado, 2 de junio de 2018

ni fake news ni bitcoins


Es obvio que los nuevos tiempos, además del cambio climático, están llenando el planeta de
turbulencias políticas, sociales y económicas, una pandemia virulenta cuya cepa todo el mundo parece desconocer. Los tradicionales líderes se tambalean, las alternancias en los gobiernos se han quebrado, los partidos políticos analógicos, estructurados y organizados por simpatía ideológica, pierden fuerza y poder frente a los movimientos sociales emergentes, difícilmente identificables con cualquier catecismo ideológico de los conocidos, y las economías se parecen más a los ciclones tropicales que al siri miri de toda la vida. Sería fácil enumerar uno a uno todos los escenarios de esta especie de calderete riojano en el que cabe todo, pero es más sencillo y práctico situarlo a escala global.
Es como si el “surrealismo” se hubiera instalado cómodamente en el “realismo mágico” en el que pastaba gran parte de la clase política y económica desde hace muchos años. No hace tanto que la historia se contaba a través de las biografías de los líderes que habían abanderado los movimientos de masas y transformaciones sociales, era una especie de género literario aceptado y consolidado. Los líderes representaban y defendían ideologías que a su vez daban origen a partidos políticos para gobernar y sindicatos para equilibrar las relaciones laborales. Creo que ahora está todo diluido sin identificación de los elementos que componen la amalgama. Me temo que lo que está sucediendo en los últimos años exige la identificación de un nuevo relato, con protagonistas colectivos y anónimos que protagonicen y nos cuenten la historia que está todavía por escribir. Todavía no sé, supongo que nadie, a dónde va eso de la globalización. Le veo cosas positivas y muchas negativas, pero quiero que me devuelvan mi intimidad, que va ligada a la dignidad, y que no me la globalicen, por si acaso.
Es mejor no seguir porque me empiezo a agobiar. Echo de menos las cartas manuscritas, quiero seguir siendo de izquierdas sin tener que ir contra nadie, sólo para soñar con cambiar a un mundo mejor; me gustan las zapatillas de franela con cuadros marrones; quiero seguir leyendo los periódicos en papel y que las noticias me las cuenten los periodistas y no las redes sociales, porque las redes son para pescar y a mí no me gusta que me pesquen; y quiero seguir llamando al técnico de mi pueblo para que me arregle la tele sin tener que cambiarla por otra, a ver si así consigo ver los programas de antes y no los de ahora. No me interesan las miserias de la gente famosa. Prefiero que Aingeru me cuente los chascarrillos del pueblo mientras arregla el aparato y le pago en pesetas. Ni fake news ni bitcoins.

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