lunes, 2 de enero de 2017

diálogos de mesa

Días de teatro y música, de espectáculos indoor y tertulias con desenlace incierto. Todo parece girar en torno a la cultura y la familia, dos elementos no siempre bien conciliables. Estos días de fiestas navideñas he asistido casi como espectador a dos discusiones familiares sobre la cultura, sus valores, su necesidad de popularización, sus fuentes de financiación y el valor de los creadores aunque no obtengan rendimientos tangibles sobre el capital intelectual invertido, más allá de un reconocimiento que apenas llega para poder comer.
En mi familia, creo que como en todas, tenemos adeptos a los dos bandos en litigio. Por un lado están los artistas, los que tienen su vocación y su devoción unidas indefectiblemente a todo su tiempo: el teatro y la música. Y por otro los pragmáticos, los que apenas conciben el desarrollo de una actividad profesional sin unos beneficios que les hagan ir subiendo en la escala social y profesional, al margen de los reconocimientos intelectuales.
Sería casi milagroso, oídas cada una de las argumentaciones, que se llegara a una entente cordial. Las posiciones son numantinas y los argumentos cerrados y encastillados en la defensa de la actividad a la que se dedica cada uno.
Pero sí existe un punto de encuentro que es la amalgama que da consistencia a ese encuentro familiar. Es la mesa, la conversación, aportar cada uno en la medida de sus posibilidades y compartir sin medir cuanto le toca a cada uno según lo aportado. Es pasar del pensamiento de masas a los diálogos de mesa. Es lo que da auténtica armonía y sostenibilidad al encuentro familiar. Es el punto de encuentro de dos sensibilidades que por sí mismas parecen antagónicas pero son capaces de convivir y compartir.
Porque la sostenibilidad de la familia, del sistema y de la sociedad tiene necesariamente que estar basada en la solidaridad. No concibo una mesa con todos en la que cada uno coma sólo de lo suyo. Si buscamos la rentabilidad a todo corremos el riesgo de quedarnos sin creadores, sin arte, sin pensamiento crítico, sin una gran parte de una sociedad que aporta riqueza intelectual. Aunque no sea tangible para el bolsillo, sí lo es para nuestra formación y nuestros valores como personas.

El concepto de sostenibilidad no existe, no es nada sin el de solidaridad. En nuestras familias, en nuestra sociedad y, por supuesto, con los refugiados.

No hay comentarios:

historia de una adopción

caminos sinuosos

Todos los caminos en la vida son sinuosos. No hay líneas rectas para avanzar porque los obstáculos surgen estratégicamente. La propia exis...