sábado, 1 de octubre de 2016

juego de espejos


HAY un mundo aparente en algunos políticos que empieza a parecerse a la teletienda. Todo son remedios casi milagrosos que luego se trastocan en pequeños fraudes al consumidor. Ni la ropa sale planchada, ni las manchas desaparecen ni el artilugio de cocinar maravillas tiene nada que ver con un buen puchero a fuego lento.
Como colectivo de personas debemos tener cara de estúpidos vistos por los ojos de los grandes estrategas de las campañas. Nos venden unas burras que luego individualmente no las compraría nadie. Y no entiendo cómo podemos ser un colectivo estúpido cuando uno a uno no nos consideramos así. Pero el resultado es que acabamos cayendo en las redes de los mensajes que lanzan los telepredicadores que arreglan el paro, la pobreza, las enfermedades, el fracaso escolar y otras tantas cosas, en cuatro días más o menos. A otros, más serios, les cuesta al menos cuatro años empezar a poner orden.
En ese bombardeo de eslóganes curiosos, y nada dogmáticos según ellos, hay quienes aspiran incluso a conquistar nada menos que El Cielo, algo que se ha vuelto contagioso. Pues hombre, yo pienso que si se portan bien y son creyentes es un objetivo alcanzable. Lo jodido es arreglar de verdad lo que está pasando en la tierra. Y no sé si está precisamente en El Cielo el cuadro de mando que puede solucionar las cosas más terrenas. Pero lo cierto es que la gente, esa que uno a uno no parecen tan tontos, les cree y confía en ellos. Porque lo dicen en la tele y lo dice la tele, algo que ya inventaron los reverendos norteamericanos hace muchos años para llegar a las masas sin tener que patear las calles.
Es como la transmutación de la política en algo más relacionado con la fe, que para algunos mueve montañas sin despeinarse.
Particularmente pienso que si fueran más sinceros, pragmáticos y menos telepredicadores, más andarines, si se desprendieran de esa vocación de crear sectas de seguidores en lugar de ciudadanos críticos que estimulen y controlen las acciones de los gobiernos, todos nos miraríamos de otra forma.
Ya sé que colectivamente nos consideran estúpidos, pero todo es un juego de espejos en los que nos reflejamos todos. Nosotros y ellos. Y la imagen que tenemos unos de otros es la misma.

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