miércoles, 1 de julio de 2015

No es país para “viejos”


Percibo desde hace años un proceso de mutación social que está transformando la cadena de responsabilidades. Nuestros antepasados daban por sentadas muchas cosas sin que nadie se cuestionara el porqué. Simplemente los padres se encargaban de los abuelos en una sucesión natural de responsabilidades que formaban parte intrínseca de su cultura. Era una ley de vida en cuya génesis y desarrollo no había intervenido ningún legislador. Obedecía a un instinto de supervivencia como especie.
El norte era el norte y el sur era el sur. El pan era pan y el vino era vino. Sin matices alambicados. Y así sucede aún en lo que algunos llaman las sociedades más “primitivas”, que es lo mismo que decir sociedades en las que el dinero y la “civilización” todavía no han fagocitado la cadena de apoyo intergeneracional.
Ahora las cosas no están tan claras. Está de moda lo transversal. Algo que abarca todo pero sin que nadie sepa dónde empieza, dónde acaba ni por donde transcurre. El dinero, la formación, la solvencia del individuo para llegar a ser autosuficiente y su capacidad de independencia han hecho con una ley natural lo mismo que Wert con la ley de Educación. Poner todo patas arriba. Es el triunfo del egoísmo. Hacemos nuestra memoria más selectiva para romper vínculos emocionales que nos hipotecarían nuestra proyección de futuro. Los que antes eran nuestro apoyo ahora son un lastre. Al fin y al cabo, para esa pagamos impuestos. Nos preocupamos de que sea el paternalismo institucional quien se ocupe de los que nos “roban” el tiempo y la libertad. Nos olvidamos de quiénes fueron y nos quedamos con lo que son. Ni sombra de lo que fueron. Pero siguen siendo ellos.
Afortunadamente hay muchas excepciones que dignifican la condición humana. Que no han abandonado ese “primitivismo” protector y responsable para sucumbir a la peor peste de cualquier civilización que es la de desentenderse de su mayores. Pero cada vez son menos.
Alabo la tarea que desempeñan las instituciones. Atienden lo material, las necesidades biológicas básicas. La ciencia avanza y aporta comodidades. Pero la ciencia no ha inventado ni inventará ningún sustitutivo del cariño familiar. Está claro que los oráculos no auguran buenos tiempos para las personas mayores. Aunque la ciencia siga empeñada en aumentar la esperanza de vida.
 

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