martes, 1 de diciembre de 2015

El cambio de clima

Parece evidente, por lo que dicen los expertos, que se está produciendo un cambio climático que afectará a muchos órdenes de la vida del planeta. El agujero en la capa de ozono sigue aumentando, el calentamiento de la tierra conlleva el deshielo de las zonas polares y la consecuente invasión por las aguas de zonas terrestres hoy muy habitadas y en riesgo de desaparición. A pesar de la velocidad a la que se está produciendo este fenómeno, los tiempos de los que hablan los que saben nada tiene que ver con los tempus que manejamos los humanos y que tienen más que ver con la duración de nuestra vida biológica que con la permanencia de nuestra civilización.
Total, que el cambio climático augura grandes catástrofes naturales que a la larga nos ponen en situación de alto riesgo.
Pero yo tengo una percepción que seguramente no entra en los parámetros en los que se mueve la ciencia. Creo que se está produciendo también un cambio de clima social que es más acelerado, casi galopante, y seguramente mucho más letal para la especie humana que el derivado del clima.
A lo largo de toda la historia, desde que el hombre la comenzó a escribir, e incluso mucho antes, las distintas civilizaciones han mantenido numerosos conflictos que se han ido saldando por la razón de la fuerza y no por la fuerza de la razón. Eran tiempos bélicos, malos tiempos para la lírica, que se han ido prolongando hasta nuestros días. Pero casi siempre estaban focalizados en una zona y en un contexto. Podía haber varios a la vez pero de naturalezas muy diversas y divergentes en sus soluciones.
Las turbulencias sociales que estamos viviendo en los últimos años amenazan con convertirse en la tormenta perfecta. Este fenómeno de la globalización empieza a hastiarme un poco. No sé cómo un señor llamado Lehman Brother, por decir uno, puede con sus decisiones sembrar la miseria y el caos financiero en todo el Planeta, hacer que se tambaleen gobiernos y que economías aparentemente sólidas acaben licuadas. Si le añadimos a esto la situación prebélica global donde se cruzan más intereses que aspas tiene la rosa de los vientos, donde todos se rearman contra todos, donde los aliados no saben si son amigos o enemigos, no tenemos una capa de ozono perforada sino un agujero moral de dimensiones descomunales. Mientras, millones de personas se hacinan en cualquier frontera huyendo de esa globalización que no es sino la noria en la que el ratoncillo trata de huir hacia ninguna parte.

El cambio climático ha dejado de preocuparme, como una artrosis que va a más pero no mata. Me tiene mucho más en vilo la tormenta social que vivimos y que, esa sí, puede tener consecuencias letales inmediatas.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Gestionar 
la diversidad

Hay muchas asignaturas pendientes en nuestro sistema educativo. Y la primera es que exista uno. Pero quizá la más importante es la gestión de la diversidad. Cada ministro ha interiorizado que en el cargo va implícita una autoridad intelectual, casi espiritual, que le obliga a establecer por Ley lo que deben aprender nuestros hijos y en cuánto tiempo. Rubrican así un decálogo de objetivos más ideológicos que pedagógicos y unos plazos que actúan como una guillotina selectiva, más propia de una ley de la selva que de un sistema educativo integrador y plural. El resultado es catastrófico para los “lentos” y estimula el cainismo entre los elegidos.
Todos comienzan en el mismo vagón, en primera. Pero a medida que avanzan los cursos y no cumplen los “objetivos en los plazos” van pasando a segunda... tercera... Hablamos de niños de entre seis y doce años que por circunstancias sobrevenidas o innatas, en muchos casos, se ven obligados repetir porque no llegan en tiempo y forma.
Nadie tiene en cuenta que los ritmos de maduración y comprensión no son los mismos en todos los individuos, al menos en la etapa inicial de la vida. Ni sus circunstancias vitales tienen por qué ser iguales, aunque sus potenciales capacidades sean similares.
Nadie se extraña cuando un niño tarda más que otros en hablar; ni siquiera si no ha comenzado a andar con un año. Se asume con normalidad que esas habilidades las adquiere cada uno en función de sus ritmos. A todos les acaban saliendo los dientes, el pelo, acaban corriendo y hablando. Antes o después. Pero a nadie se le ocurre pasar al vagón de cola a los menos “espabilados” porque llegará un momento en el que todos estén en condiciones similares.

Algo tan simple de entender y asumido por todos no tiene cabida en nuestro sistema de enseñanza. Por lo visto el proceso de formación de las capacidades intelectuales debe ser homogéneo. Lo contrario está penalizado desde el inicio. No dudo de que se pongan refuerzos, pedagogos, logopedas, sicólogos y todo lo que haga falta. Pero siempre orientados a que lleguen a cumplir los objetivos de conocimiento en los plazos fijados. Creo que la palabra “objetivos” en el sistema de enseñanza está “corrupta”. No se refiere a la formación como personas. Por el contrario, a veces esos objetivos sitúan a las personas un escalón por debajo. Nuestro sistema educativo no sabe gestionar la diversidad, esa que enriquece a los comprendidos en su diferencia y enriquece a los que la comprenden. Y no me vale lo de que hay que establecer fronteras. Esta es la etapa de preparación para la vida. Luego la vida pondrá a cada uno en su sitio. No empecemos antes de tiempo.

jueves, 1 de octubre de 2015

Parábola para mis hijos...
y los nuestros

Toda la elaboración y plasmación de las grandes teorías de pensamiento, las corrientes filosóficas, las religiones, monoteístas o no, responden al pensamiento exclusivo y “profundo” de unos pocos. Pero no tienen capacidad de socialización por sí mismas hasta que alguien con virtudes sintéticas las acaba sustanciando en un ejemplo práctico, una metáfora ilustrativa o una parábola, como en el evangelio. No es fácil llegar al corazón cuando es el cerebro el que ocupa todo el espacio. Y no hablemos de llegar al alma, esa entelequia escurridiza e intermitente que todo el mundo tiene pero nadie conoce. Es cuestión de fe.
Por origen y cultura tengo a las sagradas escrituras como el gran sonsonete de mi infancia y juventud. Metáforas que daban sentido a casi todo lo escuchado y recitado a lo largo de los casi treinta minutos de la liturgia.
Después, por formación profesional he aprendido a apreciar el valor y la permeabilidad que tiene entre la gente esta forma de explicar las cosas. El ejemplo, la parábola, la alegoría, la moraleja... me da igual el nombre.
Hace tiempo que aterrizo en casa muy tarde después de trabajar. Nuestros hijos están recogidos, se han hecho la cena y esperan a dar- nos las buenas noches para meterse a la cama. Creo que hasta ahí todo roza la normalidad más anormal que nos toca vivir: Con- ciliación divino tesoro, dónde estas?
Pero, algo se te cruza entre los pies, te mira fijamente y percibes que algo le pasa. Es Lukas, que apenas pesa dos kilos, es peluda y mimosa, siempre complaciente y compañera. Te mira y casi suplica, te acercas a su rincón y comienza a dar vueltas sobre sí misma. No tiene comida ni bebida, se han olvidado de ella y por su propia naturaleza no es capaz de satisfacer estas necesidades básicas. Le llenas los dos recipientes y has colmado su felicidad. No sé si mi perra piensa, por tanto ni siquiera sé si es inteligente o no, pero tengo claro cuándo sufre. Mi perra no es mi mascota, es parte de mi familia.
Todos tenemos en la vida circunstancias que nos rodean y a las que apenas atendemos, aunque sean necesidades vitales, dramas de los que los protagonistas no pueden salir sin ayuda. Mi familia es amplia y va mucho más allá de los idiomas, de las fronteras, de las ambiciones, de las guerras y de los tratados internacionales.

Una familia no la decide la legislación vigente. Shakespeare acuñó la duda metafísica del “ser o no ser”. Yo avanzo de forma más castiza que “se es o no se es”: allá cada cual con su cada quién. Como dijo el obispo de Solsona, todos los mayores que tengan du- das, que piensen y consulten con sus hijos, porque estamos decidiendo el futuro, y ése es de ellos.

sábado, 1 de agosto de 2015

Conceptos integradores

No es extraño que hasta la mitología griega tenga un dios consagrado a la fiesta cuya misión consistía en dar punto final a la preocupación y liberarle a uno de su ser normal mediante el vino, la danza y la música. Para algunos, el dios Dioniso provocaba la locura y el éxtasis. Evidentemente esto es mitología y no hace falta llegar a ese extremo, pero sí circundar su periferia, disfrutar y exaltar los valores lúdicos tan imprescindibles en un mundo acelerado y gozar de ese momento colectivo de expresión popular.
Estamos en un periodo estival moteado de festejos por toda la geografía vasca. Una carrera de relevos en la que unos pueblos pasan el testigo a otros y así sucesivamente hasta el equinoccio de otoño en el que el tiempo se va templando, las almas se sosiegan y la mesura y el orden se van adueñando de nuestro tiempo. Porque no todo es eterno, ni debe serlo. Pero no es bueno adelantar acontecimientos. No vamos a dar por cerrada la fiesta antes de que comience. Como dice una famosa locución latina “Carpe diem, tempus fugit”.
Este mes nos toca Bilbao. Una Aste Nagusia que migró de la periferia, de los barrios circundantes, hasta concentrar a todos en el centro de la Villa como una explosión de júbilo colectivo. La suma de esfuerzos, la unión de voluntades, la perseverancia y el ansia de compartir para crecer, crearon una Aste Nagusia que se reinventó hace más de cuarenta años. Ha sufrido tensiones y distensiones, ha llegado a ser símbolo de regeneración social, de integración y participación de movimientos populares e intereses colectivos. Se ha consolidado, ha mejorado y ha aportado mucho al acervo de la Villa.

Hoy sería bueno retrotraernos en el tiempo para dar un sentido homenaje a sus orígenes y responder con justa equidad a lo que hemos recibido, por todo lo que nos ha aportado. El propio alcalde, Juan Mari Aburto, recoge entre sus grandes preocupaciones y sus compromisos, dos conceptos integradores a los que hay que dotar de cuerpo normativo y cariño exquisito hasta que sean permeables a toda la ciudad: los barrios y la accesibilidad. Sí, esas radiales de Bilbao que alimentan y alientan a diario el centro, dan vida, hacen que la city palpite modernidad, negocio, arte y vanguardia.
Pero esas radiales, esos barrios que tienen vida propia, a veces son sólo donantes anónimos. No hay duda de que se atenderán sus necesidades básicas, pero después hay otras no menos importantes.
“Primum vivere deinde philosophari”. Necesitan una doble vía de accesibilidad. El centro no puede ser el becerro de oro al que todos vayan a admirar, debe irradiar todos esos conceptos de modernidad, fiesta y negocio hacia la periferia hasta fundirse en un todo donde Bilbao sea la ciudad y no el centro. Donde no haya ídolos paganos a los que seguir sino una ciudad compacta, amalgamada y homologada en cada uno de sus rincones y de sus habitantes. En ningún caso critico lo que hay, que es mucho y bueno. Simplemente reivindico lo que nos falta, que también es mucho y necesario.
No tengo dudas de que ése es el propósito del alcalde. Conozco su capacidad y su perseverancia para convertir sus propósitos en realidades. Sé que atenderá primero el “vivere” y luego el “philosophari” porque ambas cuestiones forman también parte de su forma de ser y sentir.

Las fiestas son una buena oportunidad para atender a los barrios y a su necesidad legítima de compartir protagonismo, y a un concepto abierto y circular de la accesibilidad. Quizá haya momentos en la vida en los que tengamos que anteponer el “philosophari” al “vivere”. Es una transgresión temporal e inocente de conceptos que puede ser el principio de algo diferente y justo.

miércoles, 1 de julio de 2015

No es país para “viejos”


Percibo desde hace años un proceso de mutación social que está transformando la cadena de responsabilidades. Nuestros antepasados daban por sentadas muchas cosas sin que nadie se cuestionara el porqué. Simplemente los padres se encargaban de los abuelos en una sucesión natural de responsabilidades que formaban parte intrínseca de su cultura. Era una ley de vida en cuya génesis y desarrollo no había intervenido ningún legislador. Obedecía a un instinto de supervivencia como especie.
El norte era el norte y el sur era el sur. El pan era pan y el vino era vino. Sin matices alambicados. Y así sucede aún en lo que algunos llaman las sociedades más “primitivas”, que es lo mismo que decir sociedades en las que el dinero y la “civilización” todavía no han fagocitado la cadena de apoyo intergeneracional.
Ahora las cosas no están tan claras. Está de moda lo transversal. Algo que abarca todo pero sin que nadie sepa dónde empieza, dónde acaba ni por donde transcurre. El dinero, la formación, la solvencia del individuo para llegar a ser autosuficiente y su capacidad de independencia han hecho con una ley natural lo mismo que Wert con la ley de Educación. Poner todo patas arriba. Es el triunfo del egoísmo. Hacemos nuestra memoria más selectiva para romper vínculos emocionales que nos hipotecarían nuestra proyección de futuro. Los que antes eran nuestro apoyo ahora son un lastre. Al fin y al cabo, para esa pagamos impuestos. Nos preocupamos de que sea el paternalismo institucional quien se ocupe de los que nos “roban” el tiempo y la libertad. Nos olvidamos de quiénes fueron y nos quedamos con lo que son. Ni sombra de lo que fueron. Pero siguen siendo ellos.
Afortunadamente hay muchas excepciones que dignifican la condición humana. Que no han abandonado ese “primitivismo” protector y responsable para sucumbir a la peor peste de cualquier civilización que es la de desentenderse de su mayores. Pero cada vez son menos.
Alabo la tarea que desempeñan las instituciones. Atienden lo material, las necesidades biológicas básicas. La ciencia avanza y aporta comodidades. Pero la ciencia no ha inventado ni inventará ningún sustitutivo del cariño familiar. Está claro que los oráculos no auguran buenos tiempos para las personas mayores. Aunque la ciencia siga empeñada en aumentar la esperanza de vida.
 

historia de una adopción

caminos sinuosos

Todos los caminos en la vida son sinuosos. No hay líneas rectas para avanzar porque los obstáculos surgen estratégicamente. La propia exis...