martes, 1 de julio de 2014

sabiduría sin derechos de autor

HAY expresiones populares que utilizamos a diario y cuyo origen se escapa al común de los mortales. No son frases célebres de ilustres filósofos ni científicos de relumbrón que se utilizan para argumentar con ideas ajenas aquello que uno no es capaz de pensar por sí mismo. Es decir, no son lo que algunos llaman la inteligencia de los tontos. Tampoco son adagios latinos que generalmente son de padre y madre conocidos y han sido la historia y la literatura las que los han trasladado hasta nuestros días.
Estos dichos populares están huérfanos de paternidad y ha sido la propia tradición oral la que los ha salvado de caer en el pozo del olvido. A menudo se han utilizado como expresiones locales cómplices entre el vecindario.
Y hay dos de ellos que por su cercanía me parecen de especial interés y me ha resultado curioso conocer su origen. El primero es el nombre popular de La Palanca. Posiblemente muchos de los lectores lo conozcan pero creo que, como yo, a otros muchos les puede resultar una novedad. Según las leyendas urbanas, este curioso “toponímico” que no figura en ningún registro tiene su origen en los palancaneros que trabajaban en las minas de Bilbao. Finalizada su jornada laboral se llevaban su pesada herramienta de hierro hasta la zona de la Calle Cortes, próxima a las minas, y los depositaban en un local mientras se desestresaban y solazaban regando su estómago en buena y lujuriosa compañía. Este hecho, según cuentan, dio origen a uno de los bares de alterne más famosos que ha habido en la zona y que se denominaba La Palanca 34.
La segunda de las expresiones y no menos curiosa es la de “a cascarla a Ampuero”. No se por qué pero siempre he asociado ese nombre con un pueblo de Cantabria sin saber muy bien qué es lo que se cascaba allí. Bueno, pues parece que no se cascaba nada. Por lo visto esa expresión es tan bilbaína que se refiere al pabellón del Hospital de Basurto que lleva ese mismo nombre en recuerdo y homenaje a la familia Ampuero que fue quien donó el dinero para construirlo. La particularidad de la frase radica en que a esa zona del hospital trasladaban a los terminales. O sea, que la iban a cascar.
Pero hace muy poco me enteré de lo que era “ir de picos pardos”. Expresión que todo el mundo entiende sin que nadie sepa lo que significa. Resulta que en la edad media las prostitutas llevaban en la fada un pico de color pardo como distintivo anunciador de sus servicios, para diferenciarse de las de “buena moral”.
Conclusión: la sabiduría popular es sabia y generosa porque crea desinteresadamente comodines para el lenguaje sin cobrar derechos de autor. Y ahora se cobra hasta por respirar sano. Y no es una metáfora.

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