viernes, 2 de marzo de 2012
el reposo del parado
HACE poco ha salido de la cárcel el preso que más años llevaba recluido en las prisiones españolas. La friolera de treinta años y sin delitos de sangre. Por lo visto la condena se le ha ido alargando como un chicle por los sucesivos intentos de fuga que ha protagonizado a lo largo de su dilatada carrera delictiva. Aunque querer escaparse, a decir verdad, me parece algo consustancial a alguien que está encerrado. Que la sociedad considere que merece ese castigo es una cosa, y que el que está preso quiere la libertad es otra.
Pero lo más curioso del caso es que a este tipo le ha dado tiempo a todo. Desde que desertó del servicio militar e inició ese peregrinaje de centro penitenciario en centro penitenciario ha tenido mujer y dos hijas y, a pesar de sus esporádicas escapadas, se ha ganado hasta el derecho a dos años de subsidio de desempleo. Eso sin contar que la notoriedad que ha alcanzado por el récord de reclusión le ha hecho merecedor de los focos mediáticos y, en consecuencia, del interés general de la ciudadanía. De lo contrario no se explica que quieran hacer una película sobre su vida y “milagros”. Ah! Evidentemente cobrará sus correspondientes derechos.
Tampoco es algo nuevo. La historia más reciente nos hace recordar el caso de “el vaquilla” y sus secuaces cuyas andanzas son más conocidas que las de Don Quijote, merced a la cantidad de celuloide que se ha gastado narrando sus vidas. “El Lute” fue otro best seller de consumo masivo por su forma de torear a las parejas de la Guardia Civil. Hasta que se “cayó” de un tren y apareció con toda la cara amoratada y las manos esposadas entre dos agentes con el tricornio calado casi hasta las cejas.
No sé por qué extraña razón este tipo de fenómenos proliferan siempre en épocas de crisis. En cualquier caso no deja de ser curioso que treinta años de reclusión con un curriculum delictivo te lleven a la fama, mientras treinta años de trabajo y esfuerzo te llevan al paro y al anonimato.
Una vez le oí decir a un recluso, que no sé a quién parafraseaba, que no conviene interrumpir el sueño de un preso porque puede estar soñando que es libre. Quizá tampoco convenga violentar el reposo de un parado porque puede estar soñando que es rico y famoso.
En conclusión, creo que no hay que despertar a nadie. Todo el mundo tiene derecho a soñar, y más en estos tiempos.
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