HE leído estos días que el periódico
más antiguo de los que se editan en
el mundo va a prescindir de su edición
de papel para convertirse exclusivamente
en un medio digital. A los
responsables de esa decisión les habrá
salido la vena ecológica y estarán
convencidos de que dan un gran
paso hacia la modernidad aplicando
en exclusiva las nuevas tecnologías
para que la gente haga lo mismo que
hace más de cien años: leer las noticias.
Pero ahora sólo a través del ordenador,
sin necesidad de contribuir
a la deforestación de la selva amazónica.
Pues bien, a ellos les parecerá
muy ecológico pero a mi particularmente
me parece una barbaridad. Si
de ecología se trata, ¿qué mejor acción
que declararlo especie protegida
y evitar su extinción? Desde luego
les puedo garantizar una cosa. Se
pueden encontrar miles de diarios
digitales en la red pero, en la vida real,
en la que se palpa, en la que uno
se mancha las manos de tinta, no hay
mayor placer que ojear en papel el
periódico. Y si además es el más antiguo
del mundo eso ya tiene que ser
de orgasmo.
Me parece muy bien que la civilización
avance pero deberíamos
cuestionarnos qué es eso de avanzar.
Porque a este paso todo va a ser virtual
y cibernético. ¿Dejaría usted de
comer un buen pollo a cambio de
una pildorita? Pues no. La pildorita
en cuestión te aportará las mismas
calorías, las mismas proteínas, un
colesterol más sano… ¡Pero qué hay
del placer! Ya se que no alimenta pero
no se puede desdeñar. Desconozco
si las plantas lo experimentan pero
puedo hablar con conocimiento
de causa que sin él no existiría la especie
humana ni las animales.
Me van a contar a mi que es lo
mismo leer el periódico en el ordenador
que desplegarlo en un transporte
público, en el sillón orejero de
casa o en la mesa de cualquier cafetería
mientras se saborea una buena
infusión. ¡Qué! ¿Se van a llevar el
ordenador a esos sitios? ¿o a la playa?
¿o a la tumbona de la terraza?
Pues disfruten ustedes de ese “placer”.
Yo prefiero leerlo, tocarlo, notar
su textura y olor, ojearlo una vez,
y diez minutos después, otra. Y por
la noche, otra. Sin necesidad de dar a
una tecla y que desaparezca. Quiero
llevarlo todo el día. Pasearlo por los
sitios a los que acudo. Doblarlo una
y otra vez hasta que se difuminen algunos
párrafos de tanto sobarlo.
Mientras yo hago todo eso en mi
jornada laboral ¿qué ha hecho usted
con el que ha leído en el ordenador?
¡Pués nada! Porque si quiere releerlo
ya no es el mismo. Se lo han actualizado.
Si quiere buscar algo que había
leído y le había interesado, ya no
existe. Le han puesto otra cosa. Pues
a mi eso más que placer me genera
mala leche.
¿Por qué no les damos un uso racional
a las nuevas tecnologías y las
aprovechamos para hacer campañas
contra la extinción de estas especies
tan tradicionales? Eso sí sería avanzar
sin destruir y aprovechar lo nuevo
para hacer algo que antes no se
podía.
Si quieren salvar la amazonía que
prohíban los pañuelos de papel. Se
utilizan mucho más y no llevan ni
crucigrama.
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