ME ha pedido mi hijo que le
compre varios botes de spray
de colores para decorarse el
pelo de una forma psicodélica.
Sólo duda entre mezclar el azul
con el naranja o el naranja con
el verde fosforito. Tienen una
fiesta en el colegio y por lo
visto quiere llamar la atención.
O quizá no quiera llamar la
atención y por eso quiere ir a
tono con el resto de sus colegas
para no parecer el raro. Nunca
he entendido esa manía de la
gente de no querer ser lo que
se es en determinados
momentos, siempre asociados
a las fiestas o acontecimientos
especiales.
Está claro que la gente se
disfraza porque quiere romper
temporalmente con algo.
Posiblemente la pura rutina.
Pero lo que me parece más
digno de estudio es hacia
dónde dirige cada uno sus
preferencias a la hora de
transformarse. No se si a lo
que les gustaría ser o a lo que
en ningún caso estarían
dispuestos a llegar.
Recuerdo que en mi infancia
las preferencias iban hacia los
trajes de vaqueros, princesas,
centuriones romanos o, a lo
sumo, de bruja piruja.
Después, en la adolescencia,
las chicas se disfrazaban de
chicos y los chicos de corista.
Es cierto que esta tendencia
persiste hoy en día en muchos
adultos y adultas. Hasta ahí
todo me parece normal. Pero es
que los disfraces de ahora,
salvando a la tierna infancia
que siempre opta por los
personajes del último estreno
cinematográfico de la Disney,
buscan la extravagancia de
diseño propio, de autor. En
realidad no se quieren parecer
a nada ni a nadie, salvo a su
propia creación. Se recrean en
su álter ego.
Eso me hace pensar que ni
los sueños son lo que eran.
Parece que ahora nadie quiere
ser carpintero, ni bombero, ni
misionero, ni salvar al mundo,
ni siquiera rescatar princesas.
Todos quieren ser lo que
aparentan y lo que son. Con
diseño propio. Quieren ser de
la tribu pero no indios de base.
El penacho del jefe lo llevan
todos, cada uno en su estilo,
pero todos jefes.
Me gustaría que un
psicólogo me explicara el
intríngulis de estas actitudes; si
es un simple juego inocente,
una actitud lúdica o la versión
Mr. Hyde que cada uno lleva
dentro.
Yo, por si acaso, cuando
observo ciertas actitudes en las
personas de mi entorno
profesional y de amigos, nunca
pienso hasta dónde quieren
llegar, sino de qué se disfrazan
en sus ratos de ocio.
Creo que tengo que estudiar
con más atención la vertiente
psicodélica de mi hijo. Porque
el traje de vaquero no lo quiere
ni ver.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
historia de una adopción
caminos sinuosos
Todos los caminos en la vida son sinuosos. No hay líneas rectas para avanzar porque los obstáculos surgen estratégicamente. La propia exis...
-
Sabemos que todas las épocas convulsas de la vida política y social han de llegar a un punto de sosiego y moderación porque la tensión p...
-
Hay muchas asignaturas pendientes en nuestro sistema educativo. Y la primera es que exista uno. Pero quizá la más importante es la gestión ...
-
Todos estamos esperando el comunicado de ETA que nos confirme lo evidente. Pero me pregunto que va a ser de Batasuna a partir de ahora. Está...
No hay comentarios:
Publicar un comentario