lunes, 1 de julio de 2019

muros para confinar


Toda la historia de la política y los gobiernos está moteada por personajes viscerales en sus comportamientos y siniestros en sus intenciones, que arrastran a los pueblos gobernados a situaciones esperpénticas. Se podría casi decir que, o no tienen alma o la tienen enferma de egolatría. No voy a referirme a tiempos pasados ni a personajes que todos conocemos por sus hechos, porque la historia pone a cada uno en su sitio. Prefiero centrarme en el presente, un presente en el que se da tal confluencia de populistas excéntricos que amenaza con hacernos perder a todos el sentido común y el valor de la ética del comportamiento.
Uno quiere hacer un muro insalvable que impida la entrada de inmigrantes a su preciada nación. A Trump se le van a acumular tantos miles de cadáveres en la frontera que no va a necesitar echar ni una gota de hormigón para cerrar su fortaleza. Y además de cruel es bravucón, rompe tratados internacionales sobre control de armamento nuclear, impone aranceles revanchistas, se inmiscuye en la política de la Unión Europea animando a los brexiters a romper con la UE y les ofrece contrapartidas, recurre permanentemente a la amenaza del uso de la fuerza como solución a cualquier conflicto y, por si fuera poco, está empeñado en poner otro muro a la libertad de información y el derecho de sus propios ciudadanos a conocer la verdad. Casi nada. Por no decir que nos ha enviado a instalarse en Europa a un tal Steve Bannon, personaje siniestro donde los haya, que quiere potenciar y establecer alianzas entre todos los movimientos de ultraderecha para hacer tambalear los principios humanistas del viejo continente.
Y como a toda gran fuerza destructora, no le faltan réplicas. A la ya histórica saga de los Le Pen franceses se le ha sumado, con una fuerza considerable, el italiano Matteo Salvini, un mal-encarado con Europa que prefiere alimentar su populismo con un gran cementerio en el Mediterráneo. Lo tiene más difícil que Trump para hacer un muro, pero no será por ganas. Podría seguir con Orban en Hungria y sus famosas alambradas, o con movimientos similares en Austria, Holanda, los países nórdicos o la versión Vox en España, todavía incipiente pero muy cortejada por la versión más derechosa de partidos tradicionales.
Todos ellos quieren construir muros, barreras, cosificar a los diferentes y alimentar el ego de los propios. Frente a estos movimientos percibo en los demás una resistencia pasiva que establece cordones sanitarios en vez de muros ideológicos y humanitarios que confinen a estos personajes en su propio laberinto para que no sigan contaminando la decencia humana.

historia de una adopción

caminos sinuosos

Todos los caminos en la vida son sinuosos. No hay líneas rectas para avanzar porque los obstáculos surgen estratégicamente. La propia exis...