viernes, 1 de marzo de 2019

la vida de sacarina


Para evitar confusiones les diré que no voy a escribir sobre nadie que se llame así. Sería un nombre tan singular y auténtico que difícilmente encajaría en esta columna. Porque es evidente que vivimos en la era de los sucedáneos, desde la política, la alimentación y hasta la vida misma está empezando a ser una realidad virtual o imitada.
Que yo recuerde, hasta que mi memoria alcanza y las lagunas lo permiten, la sacarina fue uno de los primeros sucedáneos que conocí como sustitutivo del azúcar. Ahora en el mercado te puedes surtir de cientos de edulcorantes de la propia sacarina. Así podríamos enumerar multitud de artículos de alimentación, desde las hamburguesas vegetales hasta ese producto amarillo que sustituye a los huevos para hacer las tortillas, que se están imponiendo a alimentos hasta no hace mucho considerados básicos.
Ahora, además, las experiencias vitales que antes eran un chute de adrenalina, se pueden vivir de forma virtual con los mismos efectos: tirarte por un barranco, saltar en parapente, explorar cuevas o sumergirte en las profundidades del cualquier océano. Se idean y construyen sucedáneos de todo. Puedes incluso llegar a coger olas a la carta en el desierto de Mojave o junto a las murallas de Ávila. No hace falta ir a la playa. Ni siquiera hace falta ya hacer deporte para muscularte mínimamente. Simplemente te vas a un gimnasio, te ponen unos electrodos enchufados a una máquina y en pocas sesiones acabas como Rambo.
Pero hay unos efectos de todo este proceso de la vida sucedánea que me tienen preocupado. No sé hasta qué punto la nueva alimentación y los hábitos tienen una influencia capital sobre el cerebro y el comportamiento de las personas. Tengo la impresión de que la política es también un sucedáneo de lo que era, los políticos actuales son como la sacarina, que imita pero no convence. Han perdido la esencia, el conocimiento y la tradición. Les han cambiado el ADN. Hasta tal punto hemos perdidos nuestros orígenes que en los últimos tiempos tenemos en la parte mediterránea de la península ibérica hasta un sucedáneo de República.
Preocupante. Estamos aún en la primera fase de un cambio de todo que se me antoja largo en el tiempo e intenso en su globalidad ¿Seguirá afectando al cerebro…? Prefiero no mirar al futuro.

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