lunes, 2 de abril de 2018

referentes


Creo que cada generación aporta muchas cosas al tiempo que le ha tocado vivir. Surgen movimientos sociales que abanderan causas a veces utópicas pero que despojadas del lirismo revolucionario y los caireles de la estética,  trazan la senda y van desbrozando el camino que hay que andar.
Particularmente, en el tiempo que me ha tocado vivir hasta ahora, he tenido dos experiencias que dejarían impronta en la vida de cualquiera. Me considero, por un lado, hijo pequeño de aquel mayo del 68 que levantó las alfombras de una sociedad europea anquilosada, anclada a unas tradiciones clasistas y conservadoras, y aportó nueva savia social y unos valores que parecían consolidados con los años. La preocupación por la naturaleza se socializó, el rechazo masivo a las armas como sistema de resolución de conflictos fue incluso capaz de paralizar guerras. Los jóvenes rompieron sus cadenas ideológicas y morales y apostaron por un mundo diferente,  mejor. Cayeron muchos tabúes. Se acuñaron eslóganes que desterraron viejas doctrinas y crearon nuevos espacios de pensamiento libre, creativo y rompedor. Había nuevos referentes sociales, intelectuales, personas e ideas. Esas fueron mis clases de catequesis de la vida.
Parte de esa generación fue también protagonista de otra fase importante de mi formación. La Transición, sus prolegómenos y su desarrollo. Fue una segunda etapa con muchos referentes. Descubrí y viví la política y sus potencialidades para provocar transformaciones sociales más solidarias, comprometidas, más justas y democráticas. Procuré quedarme con valores y aportaciones ideológicas pero no doctrinarias. Me dejaron mucha huella y nuevas formas de ver la vida.
Ahora, llevo varios años descolocado. Veo abulia social, resignación, mucha desafección con el compromiso social y los únicos “referentes” que encuentro son  tv-charlatanes a gritos, Barbies influencers, redes sociales del género de las gallináceas, algún intelectual desubicado y muchos ladrones de dignidad y dinero.
Pero echo cuentas y me animo un poco. Los jóvenes del mayo francés tienen ahora entre 68 y 70 años, son jubilados, se han echado a la calle. Han salido de su letargo para pegar, una vez más, una sacudida a la sociedad y la están zarandeando. Su lucha se contagia y se abre a las nuevas generaciones. Son los nuevos referentes… los de antes. Ojalá prenda la mecha del relevo.

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