Hay
patologías sociales muy difíciles de erradicar en el corto plazo pero que se
expanden exponencialmente si no las abordamos con medidas estructurales,
transversales y, a veces, hasta de carácter urgente. Los episodios de violencia infantil y
adolescente que vemos en los últimos años en calles y ciudades de todo el mundo
son cada vez más frecuentes. Lo que antes eran hechos aislados son ahora objeto
de estadística y estudio por su número y reiteración. Vemos videos con palizas
grabadas en patios de colegio, agresiones sin causa aparente en plena calle, ataques
xenófobos contra mujeres y hombres casi siempre indefensos, humillaciones y
vejaciones a indigentes que se cobijan del frío en los cajeros automáticos,
bandas de macarras que se citan para pelearse a navajazos porque sí…
Este
último mes nos han tocado de cerca varios sucesos luctuosos que nos han
conmocionado sobremanera. Se ha roto una barrera que hasta ahora no
imaginábamos. Una pelea entre colegiales o navajazos entre bandas es algo que
entra dentro de lo previsible. Pero que niños de catorce años entren en un
domicilio y se ensañen con dos ancianos hasta matarlos a golpes con extrema
crueldad es algo que no habíamos soñado ni en nuestras peores pesadillas.
Ahora la
pregunta general es cómo hemos llegado a esto. Para mí la respuesta ya no tiene
razón de ser. Hemos llegado. El gran interrogante es cómo salimos, cómo hacemos
para que estos hechos no se repitan. Cómo hacemos para que la cadena de valores
que se transmite de generación en generación no quiebre. O para inculcar nuevos
valores donde no han existido o estaban
viciados por unos padres marginales. Es importante la educación, en casa y en
los colegios. Es importante la cobertura y el amparo social a unos principios
de comportamiento y convivencia. Es importante la implicación social con las víctimas
de la desidia y el desarraigo, desafectos de una mínima ética. Adultos y niños.
Quizá el
alcalde tenga razón y su proyecto de hacer de Bilbao una ciudad de valores sea
menos etéreo de lo que creen sus detractores. Costará años, proyectos de
convivencia y esfuerzos personales e institucionales, pero quizá lleguemos a
descubrir como el profesor y filósofo Nuccio
Ordine, “La utilidad de los inútil”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario