viernes, 2 de febrero de 2018

La utilidad de lo aparentemente inútil

Hay patologías sociales muy difíciles de erradicar en el corto plazo pero que se expanden exponencialmente si no las abordamos con medidas estructurales, transversales y, a veces, hasta de carácter urgente.  Los episodios de violencia infantil y adolescente que vemos en los últimos años en calles y ciudades de todo el mundo son cada vez más frecuentes. Lo que antes eran hechos aislados son ahora objeto de estadística y estudio por su número y reiteración. Vemos videos con palizas grabadas en patios de colegio, agresiones sin causa aparente en plena calle, ataques xenófobos contra mujeres y hombres casi siempre indefensos, humillaciones y vejaciones a indigentes que se cobijan del frío en los cajeros automáticos, bandas de macarras que se citan para pelearse a navajazos porque sí…
Este último mes nos han tocado de cerca varios sucesos luctuosos que nos han conmocionado sobremanera. Se ha roto una barrera que hasta ahora no imaginábamos. Una pelea entre colegiales o navajazos entre bandas es algo que entra dentro de lo previsible. Pero que niños de catorce años entren en un domicilio y se ensañen con dos ancianos hasta matarlos a golpes con extrema crueldad es algo que no habíamos soñado ni en nuestras peores pesadillas.
Ahora la pregunta general es cómo hemos llegado a esto. Para mí la respuesta ya no tiene razón de ser. Hemos llegado. El gran interrogante es cómo salimos, cómo hacemos para que estos hechos no se repitan. Cómo hacemos para que la cadena de valores que se transmite de generación en generación no quiebre. O para inculcar nuevos valores donde no han  existido o estaban viciados por unos padres marginales. Es importante la educación, en casa y en los colegios. Es importante la cobertura y el amparo social a unos principios de comportamiento y convivencia. Es importante la implicación social con las víctimas de la desidia y el desarraigo, desafectos de una mínima ética. Adultos y niños.

Quizá el alcalde tenga razón y su proyecto de hacer de Bilbao una ciudad de valores sea menos etéreo de lo que creen sus detractores. Costará años, proyectos de convivencia y esfuerzos personales e institucionales, pero quizá lleguemos a descubrir como  el profesor y filósofo Nuccio Ordine, “La utilidad de los inútil”.

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