martes, 2 de mayo de 2017

figurantes del “gran hermano”

No tengo ni idea de cuántas empresas, organismos, instituciones o particulares tienen datos personales, y muy personales, sobre mí. Cada formulario que relleno, hasta para la cosa más nimia, se me antoja una confesión obligada de intimidades cuyo valor para otra persona no alcanzo a comprender. En realidad, que yo sea consciente, no tengo nada que ocultar. Como todos en la vida, habré cometido aciertos y errores. Pero tampoco me apetece ser un figurante de ese “gran hermano” en el que se ha convertido la globalización para alimentar las nuevas tecnologías y su explotación por parte de una mercadotecnia intrusa, invasiva e insolente. Se cuelan en nuestra intimidad, violentan nuestra vida familiar y nos hacen perder mucho tiempo aunque solo sea borrando mails.
Entiendo que, en muchos casos, todas esas bases de datos bien administradas pueden tener un beneficio directo sobre las personas como la curación de enfermedades y los estudios genéticos que pueden prevenir males mayores. Entiendo que la sanidad y la seguridad públicas dispongan de los datos necesarios para hacer su trabajo dentro de unas garantías deontológicas y de legalidad. Pero no entiendo por qué figuro en cientos o miles de archivos que me bombardean a diario con propuestas que ni he pedido ni me interesan. No sé cómo me han incluido pero sí estoy seguro de que esa red me ha atrapado sin ninguna posibilidad de enmienda.
Ahora, por si fuera poco, en algunos países se está empezando a incluir obligatoriamente la confesión religiosa entre los datos que tienen que aportar sus ciudadanos. Las constituciones democráticas regulan expresamente la libertad de culto, sexo, ideología o cualquier otro ámbito de la intimidad de las personas. Lo del culto, digo yo, será por si hay que investigar terroristas. Luego será la ideología la que haya que consignar. Por lo visto les parece una buena formar de identificar corruptos, rojos o separatistas. Y no digo nada de cuando nos fichen hasta las tendencias sexuales. Aquí querrán buscar amantes, cornudos y cornudas, infidelidades y hasta bastardos no identificados.
Lo último es la huella digital para comprobar que somos los que decimos ser. Como si fuéramos analfabetos y no supiéramos escribir y firmar. Demasiada tecnología para tan poca efectividad.
La verdad es que estoy empezando a ver coartada mi libertad de sexo, religión, ideología y ciudadanía. Y estoy empezando a sospechar de que se nos considere a todos sospechosos. Creo que es ilegítimo aprovechar tiempos convulsos para rebanar espacios de libertad que los ciudadanos nunca más vamos a recuperar. Lo dicho, “el gran hermano” nos ha fichado y de ahí no sale ya nadie. Solo nos queda la libertad de pensamiento. Pero es mejor no decirlo, por si acaso.

historia de una adopción

caminos sinuosos

Todos los caminos en la vida son sinuosos. No hay líneas rectas para avanzar porque los obstáculos surgen estratégicamente. La propia exis...