Hace poco más de un año titulé mi columna “el año del ilusionismo”.
Se concatenaban varios procesos electorales y los votantes íbamos a ser mimados,
agasajados con promesas de cambio y advertidos contra las hordas indignadas que
emergían del magma social para representarnos “dignamente” entre las élites de
la política. La desafección contra el establishment era tal que se auguraba una
revolución pacífica pero contundente. Había que dar volquete al sistema
representativo tradicional de partidos políticos y permutarlo por movimientos
sociales más en contacto con la epidermis de los ciudadanos, de sus problemas,
de sus inquietudes y de sus deseos. Se celebraron las elecciones municipales en
todos los ayuntamientos, y autonómicas en algunas comunidades, pero el gran
caballo de batalla se planteaba en las generales. Había quien quería directamente
conquistar el Cielo porque había que cambiar la vida sobre la tierra. Una
conquista, por cierto, que Alicia lograba atravesando un espejo que al otro
lado ocultaba el “país de las maravillas”. Todo iba a ser magia democrática
frente a la caspa de la casta.
Visto con perspectiva, todo me suena a un sonsonete navideño que
dice algo parecido a “campaña sobre campaña y sobre campaña una”. Ahora tenemos
un espectro político más plural, el paisanaje urbano del Congreso se ha
diversificado y los protocolos políticos han cambiado. Todos han prometido y
prometen que seguirán prometiendo. Todos han sido y serán transversales y
pactistas porque la situación lo requiere. O al menos eso nos dicen a nosotros.
Lo que ignoramos es lo que se dicen entre ellos. Pero el resultado es volver a
votar para ver si alguno gana por aburrimiento. Total, vuelta a empezar como el
sonsonete navideño.
Siento la sensación de que la última fiesta de la democracia, como
la llaman algunos pomposamente, las elecciones generales, se han convertido en
un duelo para los votantes. La fiesta se ha ido por el sumidero de las
soberbias, y con ella todos los votos de los ciudadanos.
Sólo les pido que no mezclen la literatura con la política. Lo de
Alicia era fantasía. Si nos quieren contar en la nueva campaña un cuento mágico
que hagan las oportunas advertencias. La vida real comienza cuando sales del
circo.