Hay quien ha calificado de
“postureo” la puesta en escena que hizo
un grupo político de nuevo cuño en la constitución del Congreso de los
Diputados. Sus señorías no estaban acostumbrados a esa algarabía multicolor que
colgaba abrigos en los respaldos de los escaños y ponía prendas en los asientos
para reservar el sitio a otros compañeros. Como si se tratase de pillar buen
sitio para ver mejor el espectáculo. Pero resulta que no era para eso, era para
que se les viera a ellos mejor. Era la calle que tomaba el Congreso de los
Diputados, por supuesto con el aval democrático de los votos.
La solemnidad de sus señorías se vio
así violentada por una turba de “intrusos”, bebé lactante incluido, que no venían
de visita sino para quedarse. Bueno… menos el bebé, que venía a simbolizar una
reivindicación justa pero, a mi entender, con un gesto inapropiado. Y no dudo
en entonar un mea culpa en nombre de “todos” los hombres. Hemos cambiado el
discurso pero apenas los hábitos. No conciliamos, simplemente nos reconciliamos
con nosotros mismos a través de pequeños gestos. Sigue estando en nuestro debe
social y con nuestra pareja.
Anécdotas aparte, la perplejidad de los
diputados era evidente. Posiblemente lo más progre que se había visto por esos
escaños era alguna que otra chaqueta de pana marrón y algún moderno sin
corbata. Eso sí, con chaqueta. El resto ha seguido históricamente los patrones
de usanza clásicos, los trajes con las culeras brillantes de sobar el cuero de
los escaños, o los Armani de confección a medida tocados con un poco de gomina.
No veo postureo en unos ni impostura en
los otros. Provienen de hábitats políticos diferentes, de escenificar sus
propuestas en escenarios diferentes y con diferentes lenguajes. Unos utilizan
formas no convencionales de plantear reivindicaciones políticas y quizá
funcionan en otras claves de calle y medios de comunicación a las que las
instituciones no están acostumbradas, igual que ellos no están acostumbrados a
las instituciones.
Entiendo que ambas partes necesitan un
periodo de aclimatación a la nueva situación que vivimos. El Congreso es ahora
un ecosistema diferente que tendrá que adaptarse también a nuevos inquilinos.
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