viernes, 1 de mayo de 2015

Mediterráneo, “Mare Nostrum”

Es difícil de explicar lo que está sucediendo en el Mediterraneo, pero mucho más comprender que se tolere. El “Mare Nostrum”, esa confluencia de mundos, “bazar” de intercambio comercial y cultural entre los pueblos, nexo de unión de civilizaciones y creencias, se ha transformado en un cementerio de sueños e ilusiones, en una fosa colectiva alimentada por los turoperadores de la muerte.
Decenas de miles de árabes y subsaharianos, mujeres, hombres y niños, se aferran todos los días a cualquier cosa que flote para abrazar la ilusión de llegar a las costas de Europa, sin saber muy bien a qué pero siendo muy conscientes de lo que huyen. Aunque luego el tesoro sea de oropel.
Las mismas aguas que Homero hizo surcar a Ulises, en las que se narra la épica de su salida y retorno a Ítaca, las que navegaron sumerios, asirios, hititas, griegos, fenicios, romanos y egipcios, las que sirvieron de travesía para forjar la interculturalidad y el intercambio de civilizaciones, se han convertido por nuestra desidia, y para nuestra vergüenza colectiva, en un corredor de la muerte.
Sabemos por los testimonios de los escasos supervivientes que en la última oleada detectada han sido más de ochocientos los muertos. Ha cundido cierta sensación de alarma entre los gobiernos europeos y los estrategas se han puesto manos a la obra y han ideado un plan quirúrgico. La conclusión es que hay que destruir todo lo que flota en las costas de África para que nadie se “embarque” en esas travesías tan peligrosas.
Y lo peor de todo es que ni siquiera saben qué hacer con los pocos que ya están dentro. Las imágenes me resultan patéticas. Veo personas estabuladas “atendidas” por personal con mascarilla y buzos blancos.
Veo rostros temerosos con ojos inertes imposibles de escudriñar, bloqueados por una experiencia infernal. Ahora muchos conviven con nosotros. Y algunos les quieren limitar hasta sus posibilidades de subsistencia.

Todo esto pasa en el Mediterráneo, donde muchos de nosotros veraneamos. Una cuna de civilizaciones que hemos reconvertido en el Guantánamo de Europa. Lo que allí sucede es mejor no saberlo, no atiende a leyes ni a razones económicas ni humanitarias.

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