HAY quien dice que el dinero puede más que la sangre. A mí esa
frase me hace evocar la ola de insolidaridad que nos está inundando socialmente
y que puede acabar por arrasar los valores sobre los que hemos cimentado
nuestra sociedad.
Insolidarios ha habido siempre. Alguien podría decir también
lo contrario, y sería cierto. En realidad la gran masa social se ha movido
históricamente en tierra de nadie, en una indiferencia alevosa cobijada en las
mayorías. Pero la verdad es que en los últimos años se están produciendo
migraciones masivas que avanzan inexorablemente desde “tierra de nadie” hacia
la militancia en la insolidaridad activa y en muchos casos hacia la xenofobia.
Por no hablar de la “aporofobia” (odio y rechazo al pobre),
término no reconocido por la RAE pero acuñado acertadamente por Adela Cortina,
toda una autoridad en políticas sociales. Porque ya no son sólo esos
grupúsculos fascistoides que están emergiendo en toda Europa. A estos
movimientos de canibalismo social se están sumando algunos gobiernos que hasta
hace bien poco pasaban por ser ejemplares en el respeto a las personas y por la
puesta en marcha de políticas sociales avanzadas. Pero, efectivamente puede más
el dinero que la sangre. La ideología solidaria se está transformando en un
egoísmo exacerbado: lo mío sólo para mí.
Hace poco vi un anuncio promocional de una cadena de televisión
en el que los comportamientos de las personas se iban transformando de forma
vírica. Una persona ayudaba a un ciego a cruzar la calle mientras otra
observaba con simpatía el gesto. El observador se encontraba con una señora
llena de bolsas de la compra y le ayudaba a subirlas a casa, mientras era
observado por otra persona que a su vez hacía un gesto similar ante una situación
parecida, mientras era observada por otra. Y así sucesivamente.
Ya se que las epidemia están mal vistas pero yo propongo a
quien corresponda que se promocionen, se cultiven y se liberen en el ambiente
estos “virus solidarios” hasta que sean una plaga imposible de controlar. Creo
que sería la mejor vacuna social ante los tiempos que se avecinan y ante las
actitudes y egoísmos que no se avecinan porque ya están aquí. No podemos dejar
que el dinero nos compre la conciencia y nos chupe la sangre, esa sangre que compartimos
todos.