martes, 3 de enero de 2006

aprender de la enseñanza

ESTO de los sistemas de enseñanza me trae a mal traer desde hace bastante tiempo. Soy de esos antiguos privilegiados que pasaron por parvulitos, luego primaria, bachillerato elemental, bachillerato superior, COU y los correspondientes cinco años de Facultad. Salvo algunas variaciones insustanciales mi recorrido académico fue similar al de mis padres. Con la salvedad de que ellos abandonaron en las primeras etapas, como la mayor parte de su generación, por una cuestión de supervivencia doméstica.
Dicho así parece sencillo, pero ya entonces las correspondientes autoridades académicas empezaban a
trastear con las siglas. El PREU pasó a ser COU; del Bachillerato elemental se pasó a la EGB, del Superior (a elegir Ciencias o Letras) al BUP (unificado), luego apareció la ESO y ahora, parece que “eso” también va a cambiar.
No voy a entrar en los contenidos y en los métodos porque eso sería más complejo de explicar que el
actual mapa de Europa. Ni siquiera voy a mencionar las categorías inferiores cuyas nomenclaturas en mutación permanente han vuelto locas a varias generaciones de padres. Yo particularmente sigo sin aclararme, como con el mapa de Europa. En definitiva, en los últimos treinta años hemos sufrido una especie de trotskismo aplicado a la enseñanza, una revolución permanente sometida a la discrecionalidad del ministro de turno.
Pues bien, ahora viene otra vuelta de tuerca. La ministra San Segundo se ha tomado al pié de la letra las palabras, citadas por ella misma, del ilustre don Miguel de Unamuno para quien “el progreso consiste en el cambio”. Pero hay tantos seguidores de Unamuno que me
da pánico pensar en sucesivos cambios en el ministerio. Digo yo que no se tratará de cambiarlo todo permanentemente. La literalidad a veces es el camino más simple. Para algo existe el arte de la hermenéutica que cosas mucho más complejas ha interpretado.
A este paso te dejan de un plumazo sin titulación universitaria como si te amnistiaran por haber estudiado dentro de los planes de un ministro inepto y luego, con suerte, te rehabilitan en el
siguiente cambio. Vamos, que tu expediente es lo más parecido a las fichas de la brigada político social del franquismo, que en la transición se las quería quitar todo el mundo de encima y ahora certifican el pedigrí de muchos tránsfugas ideológicos.
Me parece que en esto de la enseñanza tendríamos todos mucho que aprender.

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