Siento la extraña sensación de que he vivido muchos años engañándome a mi mismo sin saberlo. Reivindicando tiempo para hacer las cosas que me apetecían sin ataduras de horarios ni compromisos sociales. Siempre soñando en la jubilación para desmantelar toda una vida laboral y emprender la aventura de un nuevo “yo” con diferentes objetivos. Sin plazos ni metas. Con libertad para cambiarlos, para explorar nuevas experiencias. Errar, rectificar o abandonar directamente lo que no me satisfaga. Volver a empezar nuevos proyectos con ilusión, por simple apetencia. Pero, sobre todo, hacer lo que me diera la gana sin más compromiso que el mío conmigo mismo, sin auto-exigencia o, en todo caso, sin censurarme ni recriminarme nada.
No hay como vivir un simulacro de realidad para que los sueños muestren su condición de fantasía. Han pasado casi dos meses desde que nos estabularon en nuestras casas por culpa de un bichito cabrón que nos hace la vida imposible y nos pone delante a la muerte con toda su crudeza. Creo que por primera vez casi todos sentimos que no es algo inexorable a lo que tenemos que llegar. Esta vez está ahí, delante, y elige indiscriminadamente a su víctima en un bombo en el que estamos todos. Todos nos sentimos dentro de esa bola diabólica dando vueltas al azar para ver a cuántos les toca cada día.
Tratamos de abstraernos de esa realidad con más voluntad que acierto y aprovechamos este simulacro de jubilación forzosa para experimentar con lo que sería nuestra nueva vida. Particularmente, desde el primer día, hice una recopilación de los libros que he ido dejando como “pendientes” hasta que encontrara el momento adecuado. He abierto un par de ellos varias veces y los he vuelto a condenar al ostracismo. No me apetecía leer. Y no debo ser el único porque he escuchado muchos testimonios similares.
Otro día cogí la guitarra que tengo casi abandonada y le cambié las cuerdas por una nuevas. Me pareció un buen momento para retomar esta afición. De eso hace ya un mes y sólo la cojo de vez en cuando para afinarla hasta que las cuerdas cojan su tensión adecuada. No se si pasaré de esa fase… lo dudo.
Entre mis asignaturas pendientes está también el escaneo de los miles de negativos que guardo en cajas para poder digitalizarlos… ni siquiera he abierto las cajas.
Este experimento de la jubilación me ha revelado que en el fondo sigo siendo el mismo. Los sueños que tenía para cuando tuviera tiempo siguen siendo sueños. Y yo soy el mismo… lo voy dejando. O quizá sea ese bichito cabrón que no se me va de la cabeza.