jueves, 1 de marzo de 2018

alguien está tocando la puerta

Las huelgas y las manifestaciones son acciones legítimas que la ley ampara y protege
como un derecho de los trabajadores para reivindicar mejoras salariales y sociales. Bien es cierto que se trata de un recurso extremo cuando ya se han agotado todos los procesos ordinarios de negociación.

Quizá, una de sus características fundamentales es que se produce por colectivos y siempre, o casi, obedece a intereses sectoriales. Sus niveles de afección en la población en general son molestos pero no determinantes para el normal desenvolvimiento de la vida ciudadana.
Pero hay movilizaciones que por el espectro social que abarcan marcan un antes y un después en la vida de todos. Y sí afectan a la vida de todos. El movimiento del 15 M ha sido un primer aldabonazo al sistema y a sus regentes. Una reacción social colectiva que supera cualquier interés sectorial y pide un cambio de paradigmas en las reglas de las políticas y los mercados, una democracia distributiva real y tangible. Las clases medias han empobrecido, los asalariados sobreviven a una inexorable pérdida del valor de su trabajo, los jóvenes tienen un futuro precarizado sin fecha de caducidad, y los parados… sólo aspiran a alcanzar las limosnas del sistema.
Alguien a quien no se esperaba está tocando ahora a las puertas. Alguien les ha cabreado. Son los que más o menos se las arreglaban para ir tirando con las rentas de una vida laboral concluida, después de decenas de años al pie del cañón. Miles de jubilados y pensionistas han salido de un reposo bien ganado y están ahora tomando las calles. Sus pensiones, un salvoconducto para el resto de su vida y un asidero milagroso para el presente de sus hijos y nietos, valen cada vez menos. Son como un salario mínimo familiar, el último eslabón que apenas sostiene en muchos casos a una cadena generacional sin apenas recursos y con muchas obligaciones.
Creo sinceramente que no queda ya ningún otro colectivo social que no esté indignado. Los gobiernos, el que corresponda en cada momento, no se encuentran con una manifestación de personal sanitario, más o menos llevadera. Tienen enfrente una movilización general de enfermos que no soportan más la situación y tienen poco que perder ante una deriva que les abocará a un estado terminal si no hay un cambio de rumbo. Un magma social en ebullición.

Salvando el tiempo y las distancias, a muchos gestores del sistema les vendría bien leer “La madre”, de Máximo Gorki, para comprender que las personas mayores pueden pasar, y pasan, de meros espectadores a protagonistas, cuando la situación lo requiere.

historia de una adopción

caminos sinuosos

Todos los caminos en la vida son sinuosos. No hay líneas rectas para avanzar porque los obstáculos surgen estratégicamente. La propia exis...