Decididamente
me quedo con el fútbol. Es imprevisible en el juego y en los resultados. Es
dinámico, depresivo, patético y de nuevo magia y euforia. Todo en muy poco
tiempo. Nos revuelve los sentimientos, los estados de ánimo, nos cabrea solos,
con el mundo, con el vecino, con el jugador y con el entrenador, con el
presidente y con el Club… y nos reconcilia con todos a la vez. A veces somos
nosotros mismos y otras no. Todo transcurre en segundos. No hay nada que nos
sumerja más en tan poco tiempo en semejante torbellino de emociones.
He
seguido en los últimos meses, con mucha más atención que los años anteriores, todas
las jugadas del “proces”. Hasta el
punto de que el Athletic me resultaba secundario. He leído cientos de páginas
escritas y opiniones para todos los gustos. Todo era en blanco y negro. Hubo un
momento en el que desenlace me resultaba incierto. Veía movimientos en el
tablero sin que acertara a qué lógica podían obedecer. Mucha actividad de peones
alborozados, convencidos de la victoria de la causa que abanderaban.
Entretanto,
las figuras de los jugadores contrarios se adivinaban en actitud taimada. Pocos
movimientos pero sibilinos. Aparente tranquilidad que ocultaba las erupciones
volcánicas por llegar. La calma previa a la tempestad. Para mí todo era
incertidumbre, interés y dudas. Hasta que un movimiento de la figura del rey
hizo que comenzara una danza guerrera que movilizó toda la caballería y
artillería del monarca.
Ahí
se acabaron todas mis dudas. Una visión general de los contendientes en el
campo de juego arrojaba como resultado previsible una victoria por
aplastamiento. El alborozo de los peones contrarios empezó a zozobrar, la
voluntad de algunos de sus líderes empezó a quebrarse. Donde hubo organización
triunfó el desasosiego y lo que parecía estrategia mutó en desorden. Todo,
todo, todo… era previsible ya. Imposible la sorpresa del gol en el último
minuto.
Decidido.
Me vuelvo al fútbol con todas sus imperfecciones y toda su capacidad de alterar
emociones. Tiene magia, a veces negra y a veces blanca, que permite
intercambiar el rol de los protagonistas, desestabilizar lo previsible y dar
oportunidades al más débil. Cada minuto es un suspiro sin relación con el
siguiente.
Sí,
me vuelvo al fútbol, aunque por el rabillo del ojo sigo mirando a Catalunya.
Nunca se sabe lo que deparará el tiempo de descuento.