lunes, 1 de junio de 2015

Temerarios con calor humano

Tengo cierta debilidad por escribir sobre las atrocidades que cometemos como sociedad con otros grupos sociales y etnias diferentes a nosotros. El Mediterraneo, la xenofobia, la “aporofobia”, la explotación infantil, la violación de derechos humanos o las guerras inútiles, porque todas lo son.
No soy el único, pero casi todos predicamos ante un espejo social que refleja lo que escribimos pero lo proyecta frio, al revés y carente de calor humano. Por lo visto la injusticia repetida tantas veces genera hastío y hasta incomodidad hasta pasar a un estadio de indiferencia. A ningún ser humano le gusta que le digan las verdades a la cara aunque siempre nos empeñemos en afirmar lo contrario.
El nuevo Papa por lo visto es el único que tiene cierto predicamento sobre la conciencia del poder cuando dice con voz pausada y cara afligida algunas verdades que muchos repetimos a diario sin que conmuevan a nadie. Debe ser la relación de “poder a poder”.
El resultado es que la mayoría experimentamos una indignación pasiva momentánea y volvemos a la rutina de nuestro entorno inmediato. La rutina nos da seguridad. Es el parásito que el sistema ha generado en nosotros para primar lo práctico sobre lo emocional, sin sobresaltos ni aventuras temerarias. Cada uno en su escala social, porque esto es una sociedad estratificada por encima de la cota cero, y mucho más homogénea por debajo, en las catacumbas.
Pero hay que ser justo. No todos somos así. Hoy no quiero escribir sobre injusticas sino todo lo contrario. Hay gente valiente, temeraria, que sí desprende calor humano, que cruza a diario las fronteras de su mundo para adentrarse en los pozos sociales y ayudar a subir a todo el que puede. Están entre nosotros y no llaman la atención ni son famosos ni tienen poder. Tienen corazón, voluntad, conciencia social y coraje. Son los voluntarios anónimos, las ONGs, ciudadanos y ciudadanas en solitario o agrupados que se rebelan ante el parásito del sistema, que miran en vertical para construir un mundo más horizontal por encima de esa cota cero. Vaya desde aquí mi reconocimiento a todos ellos.
Como decía “Gabo”, Gabriel García Márquez, “un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, para ayudarle a levantarse”.
Entre tanto, el resto a lo suyo.

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