POCO más que añadir porque todo lo que se ha dicho es
cierto. Una personalidad tan poliédrica necesita ser analizada desde muchos
puntos de vista para ser comprendida. El poderío intelectual del Alcalde le
permitía comunicarse con un lenguaje llano en los barrios y asombrar en los
salones más exquisitos haciendo gala de un enciclopedismo selecto y bien traído
a cada ocasión. Sin pedantería, con sobriedad en las expresiones y mucho fondo
en los contenidos.
Su carácter bipolar, afable con el pueblo e inmisericorde
con la osadía del ignorante y la soberbia del altivo, conectaba con la gente
porque decía cosas con sentido común, un territorio escaso a pesar de su
nombre. Esa personalidad ubicua le daba un campo de juego muy extenso, por
encima de credos ideológicos. Tan extenso como se reflejó el lunes 24 de marzo
en la catedral de Santiago y en la plaza Nueva.Nadie se quiso perder su despedida. Porque Iñaki Azkuna sentenció tantas verdades a lo largo de su carrera que se ganó el indulto popular ante algunos de sus excesos verbales.
Todas las personas tenemos una memoria selectiva que poco tiene que ver con nuestros deseos y mucho con las reacciones químicas que nos provocan las situaciones vividas. Iñaki Azkuna provocaba esa química, practicaba una alquimia social que le llevó a la mayoría absoluta y a un reconocimiento internacional reservado a los elegidos, casi nunca a los electos. Pero siempre a base de trabajo y constancia. Seguramente el carácter y el destino tienen ya un ADN que ni uno mismo puede cambiar, pero hay que saber aprovecharlo, sacarle partido y convertirlo en servicio público, en el servicio a los ciudadanos.
Transformó Bilbao, sí, pateando sus calles y barrios, pero sobre todo fraguó la figura de un Alcalde cercano y de un político digno y a la vez ambicioso. Digno por su comportamiento sincero y transparente, y ambicioso para su cuidad, para la prosperidad de una Villa con más de setecientos años que se ha situado en la órbita de las urbes amables, modernas y atractiva para propios y foráneos. Nuestro Alcalde, vivamos o no en Bilbao, se ha ganado el derecho a formar parte de la mitología urbana, de esos personajes que al abandonar su condición de hombres pasan al olimpo de la historia para ser protagonistas de las tradiciones orales que los ciudadanos pasan de una a otra generación.
Algunos pensarán que aún es pronto para tanta loa, pero su trayectoria es larga y extensa y muchos de sus proyectos están por construir. Iñaki Azkuna tiene un hueco en el corazón de sus gentes y sería de justicia que lo tenga también en el nuevo Bilbao urbano.