CADA vez hay gente más rara para esto de las mascotas. Conozco a una pareja que se compró nada menos que una Pogona , una especie de lagartija más grande de lo normal que se pasaba el día dormitando hasta que le soltaban unos cuantos grillos vivos en la jaula. Era automático, se despertaba el bicho y se le despertaba la velocidad y el apetito. Emprendía una carrera frenética hasta cepillarse a todos los animalitos. Cuando le variaban el menú y le daban larvas, la comida era menos estresante.
Otro individuo mantenía una especie de acuario pero sin peces. Los habitantes eran tritones, algún cangrejo de río, dos ranas diminutas y una tercera rana albina que la compró del tamaño de las otras
dos hasta que creció más del doble y se convirtió en la asesina del acuario. Atacaba a todo lo que se le ponía delante y acabó con los tritones a mordiscos.
Hombre, haber haber... siempre ha habido gente un tanto especial que le daba por cuidar culebras,
iguanas, tigres y monos, aunque al final se han deshecho de ellos sin pena ni gloria.
Antes, la gente tenía perros, gatos, canarios y jilgueros que sacaban al sol de la mañana, en su pequeña jaula, para volver a meterlos en casa al atardecer... y algunos privilegiados hasta tenían loros a los que enseñaban a decir cosas.
Conocí incluso a un barbero que tenía a la puerta de casa un tordo metido en una jaula y le había enseñado a silbar el himno a San Ignacio de Loyola. Aunque ahora con la gripe aviaria este tipo de animalitos lo tienen más crudo. Particularmente soy bastante clásico para estas cosas. No tengo más que una perrita pequeña que se llama Lukas y no llega a los dos kilogramos de peso. Habíamos
consensuado en casa como llamarle antes de comprarla pero ya no quedaban machos así que se quedó
con el nombre.
Saco a mi mascota a relucir porque no entiendo la facilidad con la que la gente compra, regala, abandona y hasta sacrifica a sus mascotas o, incluso, se dedica a chorizar las de otros. Me han robado dos veces a Lukas. La primera se la llevó una señora de la puerta de un establecimiento en el que yo hacía algunas compras mientras Lukas esperaba en la calle. Afortunadamente un señor vio la maniobra y me dijo dónde vivía la desalmada.
La segunda vez fue mucho más grave. Un gracioso se la llevó de la puerta de un bar de Sopelana en el que yo tomaba algo. Le había caído gracioso el perrito y se lo llevó para regalarselo a su novia. Apareció tres días después en Santutxu cuando la novia en cuestión lo llevó al veterinario diciendo que se lo habían regalado. Evidentemente la perrita llevaba su chip correspondiente y el veterinario le dijo que aquel perro tenía dueños. Una llamada telefónica nos devolvio a la tranquilidad despues de vivir un auténtico drama en casa.
¿Tan difícil de entender para la gente es que están secuestrando a un miembro de una familia?